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Errol Morris: Tabloid (2010)

Tabloid, la décima película de Errol Morris, tiene un rango temático amplio que abarca desde mormones y escándalos sexuales hasta clonaciones y asaltos a propiedad; sin embargo es una película compacta, de una pieza, cuyos placeres son equiparables con los del cine más puramente escapista y que resulta ser al mismo tiempo intrigante y poderosa.

La película se centra en Joyce McKinney, una ex reina de belleza que protagonizó un popular escándalo mediático en Inglaterra a finales de los años 70 en el cual se le acusó de haber  secuestrado a un joven mormón y de haberlo esclavizado sexualmente. El estudio de este caso toma buena parte de la película, y vemos, además de McKinney, a algunos periodistas que tuvieron relación con el caso mientras exponen sus puntos de vista y sus testimonios. El caso se vuelve popular en poco tiempo, McKinney niega ser culpable de esas acusaciones y defiende su posición como la de una simple mujer enamorada tratando de rescatar al hombre que ama de un culto que los ha separado; no obstante, admite que tuvieron sexo pero niega haberlo obligado. El hombre en cuestión no da entrevistas (y tampoco da su testimonio en el documental) y trata de mantenerse alejado del foco de atención, que en cualquier caso es la fascinante mujer. Al cabo de un tiempo, la noticia deja de ser el caso mismo, los periódicos sensacionalistas comienzan a indagar sobre el pasado de la ex-reina de belleza y varias cosas se descubren, o según ella, se inventan.

Las contradicciones entre los testimonios abundan, y sin embargo, la película no trata de buscar la versión “correcta” de los hechos, o si lo hace, no lo hace diciéndonos cuál es esa versión. Su fuerza no reside en las conclusiones a las que llega ni en las verdades que revela, sino en lo opuesto: Tabloid se dedica a escuchar y mostrar lo que sus personajes dicen, si las versiones contrastan no es su problema, Joyce McKinney es la protagonista, pero no por eso es quien dice la verdad.

Errol Morris ha explorado este tema de diversas maneras a lo largo de su obra, varios de sus personajes han sido noticia en algún momento y su imagen ha sido distorsionada de alguna manera por los medios de comunicación. Su interés se ha centrado en exponer estos casos y cuestionar la “verdad” construida sobre ellos por algún ente externo que varía según el proyecto, pueden ser los noticieros, la historia, el sistema de justicia estadounidense o los mismos protagonistas en sus documentales: en Tabloid, aunque el asunto de los periódicos amarillistas aparece y es importante, el foco no está puesto en estos, ni en la representación que crearon de McKinney en la mentalidad popular, ni en la explotación de su imagen (todos estos aspectos son tratados dentro de la película), sino en McKinney misma, inclusive alejándose del caso y siguiéndole a ella en su vida después del escándalo.

Joyce McKinney posee una personalidad arrolladora, siempre segura, fluida y cálida. Durante la película varios de los entrevistados afirman haber estado atraídos a la ex-reina de belleza, y por momentos se puede ver como algunas veces la relación con ella rayaba casi en la obsesión para varios hombres. Sin embargo, al detenerse un poco en la personalidad de la mujer, se presentan algunos problemas sobre cómo se le puede percibir; desde joven, nos dicen, Joyce estuvo rodeada de cámaras, fue modelo, reina y tomó clases de actuación. Así pues, ella ha sido moldeada por la presencia de las cámaras en su vida, al punto tal de parecer casi un personaje dentro de su propia vida, su presencia es electrizante y ella reboza de energía, da gusto verla y escucharla. Pero aún en sus momentos más conmovedores, y tal vez por la información que ella misma ha dado en las entrevistas, con esa afabilidad con que sazona sus palabras, es difícil, aunque sea verdad, creer todo lo que dice. O tal vez el problema es del público, que, luego de haberla visto como a un personaje, difícilmente la puede ver como una persona (quizás ese es solamente mi problema).

Morris nos muestra los hechos de una manera dinámica, pasa de tema a tema con facilidad, y la película está empapada con elementos propios de la prensa sensacionalista, de vez en cuando acentuando palabras o frases “escandalosas” y mostrando fotos de manera reveladora. Como elemento novedoso en su estilo, Morris trata de presentar lo que sus entrevistados dicen, pero no con dramatizaciones actuadas sino con fragmentos de videos o de otras películas o material audiovisual, estando más cerca a representar visualmente el tono que usan los entrevistados que a presentar los hechos que ellos narran (por momentos hace sentir que estamos percibiendo el mundo tal como ellos lo perciben, un intento de captar la “verdad” más abstracto pero más rotundo también). Como es usual en su obra, esta película es sugestiva y sutil, la música por John Kusiak es un buen acompañamiento para los relatos y los contrastes visuales ofrecidos por Morris son inquietantes y llenos de preguntas sin respuestas fáciles.

Tabloid es, me atrevo a suponer, una película sobre cómo vemos a los demás; no se detiene a cuestionar ni a tomar posiciones en los varios temas que toca, no crítica ni enaltece a los mormones, o a los tabloides, o al proceso de clonación: pero si se detiene a escuchar a la gente, a quienes están detrás de esto, los individuos, y nos reta a verlos como tal.

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Nota Ed.: Este es el fin, hasta el momento, de las Clases Magistrales sobre Errol Morris. Ha sido un viaje emocionante, detallado y sobrio. Próximamente sabremos en que aguas turbulentas y oscuras se adentrará Demuto para su siguiente aventura.

Here We Go (Again)!

¿Metáfora?

Han sido un largo par de semanas, y, tras franquear obstáculos y responsabilidades varias en nuestras vidas terrenales, nos encontramos una vez más acá en Filmigrana para volver a poner la pelota en ruedo. ¿Que puedo decirles, que tengo que decirles, que debo decirles? Bueno, para empezar no estaría mal hacer un resumen breve de lo que va a ocurrir en las semanas siguientes (así creando un contrato escrito que luego será más difícil de evadir, al menos moralmente): Para empezar, tenemos nuestro próximo y tercer Podcast, a ser publicado en el transcurso de la semana que viene y del cual ya tenemos un selecto y exquisito grupo de panelistas que incluye viejos conocidos y nuevos invitados, todos preparados para discutir un filme que es, palabras-más-palabras-menos, polarizante.

¿Pista?

Pero también están nuestros cuidadosos y frecuentemente insensibles tratados/reseñas/ensayos/artículos, y estos también preparan su regreso, por todos los flancos y de todos los temas: Nuestro buen amigo Valtam se prepara para cerrar sus Clases Magistrales con el profesor Von Stroheim y ya tiene entre ojos a un nuevo pedagogo, en este caso un italiano. Demuto, por su lado, continuará su recién inaugurada serie sobre cortometrajes (o “Píldoras De Higiene Mental”) y se enfrentará al último y galardonado filme de Errol Morris, “Tabloid”. Y este fiel servidor tiene un par de trilogías y tetralogías por acabar, esto sin mencionar una cosa a que enfrentarse. ¿Quién sabe? Pero Los Fortuitos también volverán al ojo del huracán, JNMGLVDL con una pequeña y reciente joya proveniente de un DJ francés, k0walski con su estupenda línea del spaghetti western y Samuel Morel con cierto viejo ciego y pobre (todo esto sin mencionar que siempre hay nuevos fortuitos en el camino, el truco es saber donde se esconden).

Lo que nos deja, por supuesto, con un pequeño mensaje de despedida (y una imagen, ya saben cómo va esto): Les deseamos en estas frías noches decembrinas una feliz navidad y un próspero año nuevo, y les agradecemos por su apoyo que será correspondido con arduo trabajo y resultados mixtos.

Errol Morris: The Fog Of War (2003) / Standard Operating Procedure (2008)

Para comenzar, debo decir que no prefiero de ninguna manera el método que voy a usar a continuación para este artículo, creo que es mejor escribir sobre una película en particular y no hacer lecturas reforzadas tratando de hacer que dos o más se “relacionen” cuando posiblemente nada tuvieron que ver la una con la otra; aparte pues, como en este artículo, de haber sido dirigidas por la misma persona (en cuyo caso se debería escribir sobre toda la obra de un director y para que sea soportable la lectura) habría que resumirla como se resume la vida de las personas en sus funerales, sin atención a los detalles y resaltando solamente lo “buena” o (a diferencia de los muertos, que siempre son buenos) lo “mala” que es según quien escriba. Sin embargo, lo voy a hacer por que encuentro varios puntos comunes entre ambas y porque son seguidas cronológicamente, lo cual  se puede ver como un interés particular del director en esta inusual etapa de su carrera, tan enfocada por primera vez en asuntos generales y de interés público.

Tenemos entonces a Robert S. McNamara en The Fog Of War, ex-secretario de Defensa de los Estados Unidos, figura central durante la guerra de Vietnam, la crisis de los misiles en Cuba y quien también participó en la Segunda Guerra Mundial muy de cerca al controvertido general Curtis LeMay; además de esto, trabajó y ayudó a modernizar la compañía Ford, de la cual llegó a ser presidente por un corto tiempo antes de asumir su carrera política.

Vemos aquí a un hombre reflexionando con calma sobre su pasado, con la facilidad de quien está acostumbrado a ser filmado o a dar entrevistas, pasando de un tema a otro con orden y fluidez y con un tono amigable y caluroso que da gusto escuchar. A través de sus ojos vemos momentos críticos en la historia norteamericana y mundial del siglo XX, revisando sus errores y sus éxitos al mando de la guerra en Vietnam, la crisis y el dolor que supuso en él y en la Casa Blanca el asesinato de John F. Kennedy, visto de cerca y sin  el halo de misterio amarillista que siempre ha rodeado ese suceso, por momentos se niega a responder alguna pregunta, porque sabe (y lo dice) que en su posición, aún después de más de veinte años, cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra.

Inquieta particularmente su frialdad acompañada de sabiduría, abundan las ideas que de entrada pueden parecer reprobables, pero que en perspectiva son realistas e inclusive optimistas: McNamara sabe que las guerras no se van a acabar en el futuro próximo, pero sabe que se pueden hacer más “vivibles” y más justas. El de esta película es material de incontables fuentes bibliográficas, pero lo que queda en esta obra es algo que a pocas de esas fuentes interesaría, el intento de comprender a este personaje sin justificarlo ni juzgarlo.

Por otro lado, Standard Operating Procedure se siente como la primera parte de The Fog Of War; la película es mucho más cercana cronológicamente al suceso que documenta, en este caso, el escándalo de la cárcel de Abu Grahib provocado por la aparición de una serie de fotografías en que prisioneros iraquíes aparecen con visibles rastros de tortura y en posiciones humillantes junto a militares estadounidenses sonrientes y calmados.

Morris aquí mantiene su actitud usual: no juzgar y escuchar. Los personajes principales son los mismos militares implicados en el escándalo, los que aparecen en las fotos, los que las tomaron, los que estuvieron allí.

La película nos ofrece la oportunidad de estudiar el asunto un poco más profundamente simplemente escuchando a estas personas decir su versión de los hechos, no hay condescendencias de ningún tipo ni intentos de justificación. Lynndie England, quien aparece en varias de las fotos, habla de su tiempo en Abu Ghraib, de su relación con Charles Graner (militar al mando en la cárcel), uno de los principales involucrados en el escándalo y cuya presencia se siente en el documental a través de los distintos testimonios que en general lo presentan como un hombre encantador y dominante que más o menos dispuso el ambiente en la cárcel para  que la toma de las fotos se volviera rutinaria y, por decirlo de algún modo, amena, llegando inclusive a pedirles a los militares a su mando que posaran en las fotos. Escuchar hablar a los entrevistados es, en momentos, conmovedor; de repente comienzan a hablar de las fotos como si fueran de una fiesta (en las que siempre se está sonriendo, cada uno recordando la historia que hay detrás de cada foto y así mismo haciéndonos comprender, que si bien la crueldad y la humillación hacia los prisioneros si existió y los “responsables” recibieron su merecido, estas fotos pueden estar escondiendo mucho más de lo que realmente están mostrando.

Morris realizó una serie para televisión llamada First Person antes de estas dos películas, y llega a este punto de su carrera con una capacidad de síntesis muy desarrollada, aprovechando varios recursos narrativos para dinamizar y hacer más envolvente la experiencia de ver una de sus obras: tenemos animaciones, recreaciones, gráficos, cámaras lentas usadas constantemente, momentos de gran velocidad, una banda sonora cargada, y ante todo, la sensación de estar viendo a los entrevistados a los ojos, hablándonos a nosotros, obligándonos a escucharlos a ellos.

Ambas películas son parecidas en su esencia, en su estilo, y, en su efecto; se podrían intercambiar sus títulos. The Fog Of War es la más elocuente, la más clara, después de todo son más de veinte años los que la separan de los hechos principales, Standard Operating Procedure es más vibrante y menos clara, el tema aun es fresco, difícil de manejar (algunos de los militares tuvieron prohibido participar en el documental por ejemplo) aun está en medio de la niebla.

Es siempre notable en la obra de Errol Morris su capacidad de convertir personajes o temas fácilmente descartables como amarillistas o morbosos en productos reflexivos y profundos; en el caso de estos dos documentales, Morris apropia temas que serían en manos de otro, productos televisivos que más allá del impacto momentáneo no tendrían mayor relevancia y hace de ellos profundas reflexiones sobre el imaginario colectivo, la imagen pública, la imagen en sí misma y nuestra capacidad (o incapacidad) de ver más allá de lo permitido por nuestros ojos.

Errol Morris: Mr. Death: The Rise and Fall of Fred A. Leuchter, Jr. (1999)

En las artes, es la mirada particular de un artista la que diferencia una obra de la otra, para bien o para mal. Lo mismo aplica con las películas, y aunque la frase puede parecer obvia no por eso debe ser pasada por alto.

Francis Ford Coppola, por ejemplo, decidió que su película “The Godfather” (1972) no sería sobre mafiosos, sino sobre una familia, y fue así, con ese enfoque particular, que nació uno de los clásicos del cine mundial. En el documental la situación es relativamente distinta, la asunción general tiende a afirmar que el género es no ficcional; y como tal, lo que vemos es verdadero. Pero no hay que adentrarse mucho en la historia del cine para descubrir que en efecto, el documental es una poderosa mentira disfrazada de verdad a través de datos exactos y entrevistas en vez de actuación, usado para llamar la atención sobre problemas sociales o para promover gobiernos totalitarios por igual, siendo catalogado a veces como cierto y revelador o como mentiroso y exagerado. El documental es injusto por naturaleza.

Y aquí llego al asunto que me concierne: The Rise and Fall of Fred a. Leuchter, Jr. la séptima película de Errol Morris, que aborda el holocausto nazi y la pena capital (dos de los temas más usados para hacer películas, para bien o para mal) de una forma extrañamente particular, en especial para un documental, de una forma extrañamente justa.

Esta es la película de Fred A. Leuchter, Jr, un experto que es contactado por cárceles de diversos estados para hacer mantenimiento o rediseñar los sistemas de ejecución de las mismas. A pesar de no ser un ingeniero certificado, tiene la experiencia, el conocimiento, y sobre todo, la disposición para trabajar en este terreno. Otros ingenieros con más estudios y certificados se niegan a desempeñarse en ese campo por miedo o por simple incomodidad, lidiar con la muerte de esta manera no es para todo mundo.

Pero Leuchter puede y lo hace con bastante tranquilidad, convencido de llevar a cabo una causa noble y humanitaria. Su fijación con el tema viene desde la infancia; su padre, guardia en una prisión, lo llevaba constantemente al trabajo, donde descubrió las fallas que presentaban los sistemas de las sillas eléctricas, que a veces dejaban tostado pero vivo al interno en medio de un charco de orina y excremento (producto de su total  pérdida de control corporales en los últimos momentos), siendo entonces necesario  efectuar de nuevo el procedimiento, con el riesgo que esto implica para los guardias (la orina es un gran conductor de electricidad) y con una crueldad innecesaria hacia el condenado. Morris revela la historia del científico espontáneamente, aprovechando distintos formatos y material de archivo para reconstruir de forma coherente el pasado de Leuchter mientras reconstruye también parte de la historia de las cárceles y deja ver su importancia en la vida estadounidense del siglo XX.

¿Qué clase de vida lleva alguien que es buscado solamente por las cárceles? Pocos pueden responder con certeza, y en momentos la película establece dramáticos paralelos entre el experto y los criminales que habitan las prisiones, ambos son rechazados por la mayoría de la gente, que no puede aceptar a alguien que quebrante la ley, o a alguien que quiere que se efectue de la mejor manera posible.

Leuchter es solitario, toma incontables tazas de café y es así que conoce a su futura esposa, una camarera que relata con prudencia y distancia su relación con el científico. Nunca le podemos ver el rostro completamente, solamente se ven sus labios en algunos momentos y cabe dudar si de hecho los labios que vemos son de ella o son simplemente de otra mujer que la está representando. Su forma de hablar es tan escueta que pareciera que simplemente conoce a Leuchter superficialmente.

De repente, aparece Ernst Zündel, un alemán que asegura que el Holocausto nunca ocurrió, crea polémica entre la gente, forma una base de seguidores, y resuelve contratar a Leuchter para envíarlo a un famoso campo de concentración y comprobar sus afirmaciones científicamente, tomando pruebas de lo que sería la cámara de gas donde han debido morir miles de judíos hace algunos años. Aparte de estar de acuerdo con la pena capital, Leuchter habla poco de sus posiciones políticas y nunca da opiniones relacionadas con el tema del holocausto nazi, ¿Por qué elegirlo a él para semejante tarea entonces? ¿Por qué no a alguien más cercano ideológicamente…? Tal vez porque, como en su profesión, no hay muchas personas dispuestas a hacerlo.

Leuchter va a Polonia con su esposa en lo que él considera como el viaje de luna de miel y ella recuerda como un aburrido viaje a Europa. El científico toma muestras y hace mediciones en el lugar acompañado de un camarógrafo y un traductor, su esposa está esperando siempre en el carro. De vuelta en casa, resultados de laboratorio muestran que en efecto las paredes del lugar no tienen restos de químicos venenosos, el científico lo escribe, y así se constituye el “Informe Leuchter”, uno de los documentos más usados por los negacionistas en el mundo.

Leuchter es bienvenido por la comunidad revisionista, que lo apoya en medio de la polémica que desatan estos resultados y que básicamente acaba con su carrera en las cárceles, su esposa lo deja (por los motivos que hayan sido) y de repente es procesado por ejercer ingeniería sin licencia (algo que al parecer la mayoría de ingenieros hacían en ese momento). Su vida cambió subitamente por una causa que siempre le fue ajena.

Es casi cómico ver su defensa de los hallazgos, histórica y científicamente incorrecta; las muestras fueron erróneamente tomadas y analizadas, y por lo tanto los resultados también son falsos, explica luego el encargado del laboratorio, que según cuenta nunca supo de qué eran esas muestras hasta que lo contactaron para testificar en el caso contra Zündel y Leuchter. Los documentos internos de los nazis afirman la existencia de las cámaras de gases y las fotos y los sobrevivientes de la tragedia no lo niegan tampoco, las pruebas abundan; y sin emabrgo Leuchter continua convencido de lo que cree es ahora su único objetivo en la vida: desmentir el holocausto nazi.

Desde el inicio la película es extraña en su posición frente al científico, básicamente escuchándolo a él solamente, dejando que se cree una especie de empatía con el personaje (algo que no es difícil dadas las características tragicómicas que Leuchter encierra: su forma de hablar, su forma de ganarse la vida o su situación sentimental), y luego la perspectiva cambia y permite que otras personas hablen de Leuchter, de su estupidez, de sus defectos. Morris estructura el contenido inteligentemente, y en ningún momento es esta película partidaria de alguno de los personajes, no condena, pero tampoco asiente. El director toma el riesgo de no ser obvio. Sin embargo, es lo suficientemente razonable como para mostrar que, en efecto, millones de judíos murieron en la segunda guerra mundial, y que las pruebas existen; dejando de lado cualquier ambigüedad histórica que pueda desviar la atención del público, y quedando entonces por contemplar a Leuchter, simplemente Leuchter, para bien o para mal. Morris nos obliga a reflexionar sobre nosotros mismos como espectadores, resuelve no categorizar a sus personajes como buenos o como malos, recordándonos de paso que los humanos somos complejos, algo tan obvio que sin embargo parece ser olvidado con mucha frecuencia por un sinfín de cineastas.

En materia técnica, el documental continua con la tendecia estilística de Morris: la fotografía y el sonido se mezclan para conseguir un efecto casi onírico mientras la exploración temática es compleja. Pero el centro aquí es Leuchter, es su historia vista como Morris la presenta lo queengrandece el resultado.

Coitus Interruptus

Es cierto. Ha sido un diciembre largo, frío e inactivo, lo cual es aún más razón para hacer esta pequeñísima anotación (y disculpa, en realidad). Así que acá está: lo lamentamos. Pero no hay que preocupar, mucho menos entrar en pánico, ya que el 2011 va a ser un gran año para Filmigrana (y su hermana media Monk’s) y decenas de nuevos y jugosos artículos esperan para ser publicados desde las neveras de nuestras cavernosas y arrogantes cabezas y, ¡hey, quizás incluso la suya! Esperen nuevas secciones (con nombres tan deliciosos como Where’s The Love e Influencias Inofensivas) y nuevos colaboradores (que prometen proyectos tan ambiciosos como una revisión de la estupenda trilogía de Westerns de Corbucci), más los esperados y exasperantemente demorados finales de las revisiones de la obras de los Sres. Von Stroheim, Carpenter y Morris (cerrando con sus nuevas producciones “The Ward” y “Tabloid”).

Así que, sin más, les despedimos con una imagen (como siempre) y un video (como nunca) del trailer de la nueva obra de Carpenter: Juzguen ustedes el preview.

“Your move, Creep.”

Errol Morris: Fast, Cheap And Out Of Control (1997)

Errol Morris llega a su sexta obra lleno de vigor, de curiosidad… llega genial. Esta es una película notable, que por alguna razón no es tan reconocida como otras de sus películas (Gates of Heaven o The Thin Blue Line, por ejemplo). En ese sentido, me recuerda dos excelentes obras de Martin Scorsese: The King Of Comedy (1983) y After Hours (1985), que también han quedado bajo la sombra de grandes filmes como Taxi Driver (1976) y Raging Bull (1980), pero que de estar en la filmografía de cualquier otro realizador quiero creer serían ampliamente alabadas en el mundo del cine.

Como creo que ya evidencié, considero que esta obra es excelente, resiste clasificación, es un documental, sí, pero es más, es mucho más, la construcción es poética, su efecto lírico y su estilo vanguardista, si la obra de Morris ya de por sí es particular, esta película lo consagra como un visionario del arte cinematográfico.

Dejando la adulación a un lado, el asunto es simple, cuatro tipos hablan de sus particulares profesiones, y mientras lo hacen, reflexiones importantes acerca del ser humano surgen de la forma en que todo nos es presentado; tenemos a un investigador de robótica, a un jardinero que se especializa en arte topiario, a un entrenador de leones y a un experto en una especie animal, la rata lampiña africana. Los personajes son típicamente “Morrisianos”, extraños, dignos  y fascinantes. Sin embargo, a diferencia de sus anteriores documentales en que los entrevistados están unidos por algo perfectamente descifrable, ya sea un pueblo, una situación, o una persona (y a pesar de tener estos cuatro hombres un montón de aspectos en común principalmente en su forma de ser) en el presente caso solamente están unidos o relacionados por… Errol Morris.

Imágenes cautivadoras se mezclan con sonidos insinuantes para construir un aura especial a través de estos cuatro personajes que sin embargo no son el centro de esta película, sino que hacen parte del conjunto de elementos de los que dispone el director para transmitir algo. ¿Qué? Es difícil decir determinarlo con exactitud, ya que Morris nos deja admirar y preguntarnos esto constantemente mientras desenvuelve su película frente a nosotros, y lo hace de una forma radicalmente opuesta a lo que se puede considerar y se acepta como contemplativo en el cine (por ejemplo, el trabajo de directores como Andrei Tarkovsky o Michelangelo Antonioni), es mediante la velocidad y el deslumbre que llegan aquí las ideas a la mente del espectador. Recuerdo cuando escribí acerca de Gates Of Heaven, su primera película, que decía que a veces los personajes hablaban de algún tema y terminaban discutiendo algo totalmente distinto y como el uso de esa cotidianidad dotaba de profundidad esa película. Aquí, el método es el opuesto,  aparte de alguna información sobre las vidas de algunos personajes, se habla casi exclusivamente de cuatro temas: robots, ratas lampiñas africanas, jardines y entrenamiento de leones. Aun así, el resultado es, en cierto modo, parecido al de Gates, una obra que medita acerca del hombre y su lugar en el mundo, en la que de repente este no es tan distinto a las ratas lampiñas ni a los robots que fabrica y cuya vida entera puede ser no más que una simple y efímera función de circo.

La película consiste de entrevistas a los protagonistas, imágenes de sus respectivos entornos y material de archivo, Robert Richardson había trabajado previamente con Oliver Stone (en Natural Born Killers (1994) y JFK (1991) por ejemplo) y llega como director de fotografía a este proyecto aportando parte de la exploración con los formatos cinematográficos y las texturas de la imagen que había implementado con Stone, para conseguir, según mi opinión, mejores resultados. La música es de Caleb Sampson y encaja perfectamente con el desarrollo de la película sin llamar mucho la atención sobre sí misma, la banda sonora en general es ejemplar, con sonidos de un personaje en la narración de otro, haciendo metáforas constantemente sobre lo que cada uno revela. Morris dota a cada uno de su propio mundo visual y sonoro, los encuadres y ritmos de tomas varian según el personaje que habla, y en cierto modo nos prepara para la constante yuxtaposición de ideas que surgirá a medida que combina estos aspectos de diversas maneras durante la película.

Debo confesar que mientras la veía por primera vez, aunque fascinado, tenía una sensación rara con respecto a este trabajo, pensaba que el ritmo era caótico, algo muy inusual en el estilo preciso y, si se quiere, estático de Morris, no tenía claridad con respecto a lo que veía, y justo allí, mientras por mi mente se paseaba ese pensamiento, en la pantalla uno de los protagonistas decía algo así como que la vida es caótica; y fue entonces que, mediante esa coincidencia liberadora, supe que estaba en las manos correctas, que no era mera improvisación y deslumbre de cineasta lo que veía, sino que esa era la naturaleza del trabajo; y entendí que esta película no se debe entender tanto como se debe experimentar, Morris lleva aquí el cine al límite, lo trasciende y le da una abstracción propia de otras artes como la música y la poesía, (aunque la siguiente afirmación pueda parecer blasfema para los puristas) se iguala con otros grandes artistas (Tarkovsky y Bergman, por nombrar algunos) en su constante y profunda exploración del ser humano.

Se que he hablado poco de la película en sí, pero creo que es lógico discutirla así, por los lados, y dejar a los curiosos intrigados por un trabajo que se debe experimentar más que entender, y se debe ver más que explicar.

BONUS TRACK: Considerando que esta película se situa más o menos en la mitad de la obra fílmica de Errol Morris (el cálculo puede ser inexacto, pues él dirigió un aclamado programa de televisión que incluye más de diez episodios y que sumarían mucho más a su obra, y The Dark Wind, si bien es una película, resultó siendo emitida por televisión solamente), me parece justo alentar a los lectores a revisar el trabajo del director en su otra gran faceta: realizador de comerciales. Adjunto el link de uno que le mereció el premio Emmy. Espero lo disfruten.

Errol Morris: A Brief History Of Time (1991)

Los documentales de Errol Morris se caracterizan por iniciar con situaciones específicas y terminar tratando temas generales, profundos, y muchas veces abstractos. Así pues, películas como Gates Of Heaven, acerca de un cementerio de mascotas, o The Thin Blue Line, acerca de un caso de asesinato policial, terminan explorando temas como la soledad o la vejez con sabiduría y comprensión, sin dejar de referirse en ningún momento a los casos de sus protagonistas.

A Brief History Of Time, estrenada el mismo año que The Dark Wind; su primera película de ficción, llega a su obra como algo inusual. Está basada en el libro del mismo nombre de Stephen Hawking, el célebre físico y cosmólogo, pero en vez de reproducir el libro en que está basada, se encarga de hacer un recorrido por la vida del autor.  Y llega como algo inusual en su obra porque Morris nos recibe haciendo preguntas grandes, hablándonos del porqué estamos en el universo, del cómo inició todo, tratando estos temas intangibles que usualmente llegan al final de sus películas, temas intangibles que podrían cambiar gran parte de nuestras vidas si alguna vez logramos entenderlos de una manera distinta.

El paralelo que se forma entra la vida de Stephen Hawking y sus teorías sobre el universo a lo largo de la película es intrigante y dramático; poco después de preguntarnos acerca del inicio del universo, estamos ante el inicio de la vida de Stephen, narrada por su madre y otros familiares y conocidos, y a medida que una enfermedad neuronal se desarrolla en su cuerpo dejándolo inmovil casi por completo, es que este hombre desarrolla su forma de pensar, acerca del origen de la vida misma, superando los obstáculos en la suya (una traqueotomía lo dejó sin voz, haciendo más difícil su comunicación con los demás) y pensando de paso en la de todos los demás.

Los grandes temas son abordados todo el tiempo, contrastados constantemente con las situaciones de la vida real; así, tenemos a la madre preocupada por sus hijos, como cualquier otra, los hermanos que cuentan vivencias cotidianas que capturan a la persona detrás del científico, y aunque hay algunos temas que son debilmente explorados (por ejemplo, la vida sentimental de Hawking, que es muy importante para su desarrollo como persona, es tratada de manera muy superficial), la imágen construida de Hawking resulta concisamente completa.

La película es expresiva y didáctica; trata de explicar mediante fluidos ejemplos visuales algunos puntos del pensamiento de Hawking, pero estos no siempre resultan sencillos de entender, y finalmente, la obra funciona como una introducción al trabajo y a la vida del autor del libro, una entretenida introducción que, aunque puede parecer corta, es altamente satisfactoria y no cede espacio al aburrimiento.

Errol Morris: The Dark Wind (1991)

El primer largometraje de ficción dirigido por Errol Morris, el cuarto trabajo en su cuenta personal, es un ambicioso proyecto rodeado de  chismes y problemas (lamentablemente no me refiero a la historia de la película), al cual le fue negado el derecho de vivir.

Es una película de policías con un ritmo calmado y contemplativo, lo cual supone de entrada una innovación en este género cinematográfico. Basado en el best-seller de Tony Hillerman, se centra en la historia de Jim Chee, un detective aborígen que se encarga de resolver una serie de crímenes sin mucha relación aparente mientras trata de mantener su constante aprendizaje de las creencias y costumbres de su pueblo.  Así pues, la película constituye un referente en lo que a películas de nativos estadounidenses se trata; cuenta además con excelentes actuaciones, principalmente por parte de Lou Diamond Phillips como el protagonista.

La hermosura visual del trabajo destaca a pesar de haber sido gravemente perjudicada por problemas durante la producción. Fotografíada por Stefan Czapsky; ya habitual en el equipo de Morris; la película tiene una atmósfera visual propia de obras como No Country For Old Men, o Paris, Texas, en las que el entorno se convierte en un protagonista más de la historia.

Los diálogos en lenguas aborígenes y el considerable número de nativos en el elenco (Diamond Phillips incluido) dan credibilidad a la historia que sin complicarse mucho en terminos generales, logra entretener inteligentemente mientras nos descubre sus misterios poco a poco.

Contrario a los parámetros del género, aquí son los personajes, más que la trama, los que verdaderamente importan, y el director se encarga de desarrollar al principal de una forma profunda y calmada; vemos como recurre a la sabiduría ancestral para poder resolver el caso, como avanza en su investigación sin meterse en grandes problemas ni pelear con nadie (hasta que los encuentra y…bueno, es una película de policías), y al mismo tiempo lo escuchamos revelando sus deseos más profundos mientras narra la historia, en algunos momentos parece que estamos ante otro documental de Errol Morris, con alguno de sus particulares personajes diciéndonos un montón de cosas que en principio no nos interesan y que luego no podemos dejar de escuchar.

Contrario a lo que puede parecer, lo anterior fue un mar de elogios para una película que simplemente puedo haber sido horrible, o simplemente una más, como de hecho fue tratada, dado que durante algún momento de la producción, el director y el productor ejecutivo, Robert Redford, tuvieron un conflicto que resultó afectando severamente la imágen y la distribución del producto final, que dejó de ser entonces un proyecto cinematográfico y pasó a ser uno de video (al menos en los Estados Unidos) sin siquiera un apropiado cambio de formato, lo cual dañó severamente algunas escenas, en las que se pueden ver sombras del equipo de rodaje y micrófonos, factores que si bien pueden leerse de diferentes maneras según quien los vea, parecen errores, y no ayudan ni al público ni a la película, que es la más perjudicada.

Errol Morris: The Thin Blue Line (1988)

En su tercera entrega, Errol Morris nos presenta una detallada investigación sobre el asesinato de un policía en Estados Unidos de una forma que además de estar estilísticamente al lado de cualquier thriller policíaco, también proporciona una aguda reflexión acerca de las torpezas e injusticias que tiene el sistema judicial estadounidense y por lo tanto de las torpezas que yacen en los cimientos mismos de la cultura de este país.

La reconstrucción del caso es formidable y presenta los hechos tomando como referencia los variados puntos de vista de las personas entrevistadas con un gusto por algunos detalles particulares que solamente se puede agradecer y que; como es usual en la obra de Morris; se ve más en cine de ficción que en trabajos documentales, cautivando al público de una forma similar a la del trabajo de directores como los hermanos Coen o Roman Polanski, o en general, las mejores películas de detectives.

Se nos presentan; entre otros personajes; a dos presos, uno de ellos es Randall Adams, quien  no tenía pasado criminal hasta que fue encarcelado a sus veintiocho años por el asesinato del policía en cuestión; el otro es David Harris, quien está preso por un asesinato sin relación cometido años después en otra ciudad, y ya tenía pasado como bandido la noche que el policía fue asesinado, tenía dieciséis años. Estuvieron juntos buena parte de esa noche.

Es sorprendente darse cuenta como todo parece tan obvio con respecto a quién asesinó verdaderamente al policía y aun así ver las caras de los detectives crédulos y arrogantes con respecto a lo que piensan realmente sucedió.

Además del interés por el caso, Morris se preocupa por crear un perfil de sus personajes que podamos entender; entrevista amigos de los implicados, vecinos de los testigos y personas ajenas al caso como tal pero cercanas a los protagonistas que seguramente no esperarían recordar el incidente luego de haberse dado por cerrado hace más de diez años, reconstruye épocas y hechos y desmiente o afirma testimonios con material visual basado en lo que todos dicen. Al final hay una confesión que pareció  obvia durante la película y no sorprende; pero tampoco pasa desapercibida.

Luego de haber subvertido las reglas clásicas del documental con sus dos primeras obras, Errol Morris llega a su tercera película no tanto respetándolas, sino trascendiéndolas. Es injusto decir que es su mejor película, pero sin duda alguna, es con esta que su fama se consolidó, es aquí que su estilo llega a un punto de madurez que básicamente se convertiría en un cliché para futuros documentalistas y realizadores en general (recrear los acontecimientos que se tratan, como en algunos seriados policíacos, por ejemplo) sin dejar de ser poético y personal (sus encuadres herméticos, el uso de varias imágenes usadas rítmicamente a lo largo de la película, el interés por los personajes  más que por los hechos, sin hablar de la muy apropiada música de Phillip Glass), es aquí que sus encuadres llenos de información sirven para  propósitos prácticos como, por ejemplo, tratar de revelar la verdad acerca de un caso injusto bajo cualquier parámetro, y finalmente muestran la desesperación de una vida perdida y toda la injusticia que la rodea tan conmovedora y claramente como puede ser visto.

Con la ventaja que ofrece la retrospectiva, puedo decir con tranquilidad que The Thin Blue Line trascendió el género documental en otro nivel; ya que además de haber mostrado una realidad, la transformó de verdad. Dada la publicidad que recibió el caso luego del estreno de la película, se abrió de nuevo y Randall Adams, el hombre que fue acusado por el asesinato del policía, luego de haber pasado 12 años en la cárcel y de haber estado muy cerca de la pena de muerte, fue liberado más o menos un año después, demostrando así los alcances que puede tener el género y la producción cinematográfica en general.

Este documental es un poco más cerrado temáticamente que las obras anteriores de Morris, pero no por eso menos relevante hoy. Estados Unidos no ha cambiado mucho por lo que se puede ver, y el mundo no se ha vuelto menos injusto.

Errol Morris: Vernon, Florida (1981)

CADA ESTRELLA ES UN MUNDO

La obra de Errol Morris se siente como una gran charla en la que se tocan temas tan diversos como temas hay en el mundo, aun cuando la mayoría de su trabajo; si no es que todo; se desarrolla en Estados Unidos. Lo que separa su trabajo del de la mayoría de documentalistas tradicionales, es el alcance de sus “charlas”, pues casi siempre trascienden su tema superficial y se convierten en retratos vividos de la gente que los protagoniza y de paso de la gente en general.

Vernon, Florida; su segunda película, ejemplifica esto a la perfección al presentarnos una serie de personajes hablando acerca de cosas diversas y peculiares: uno de ellos es un cazador de pavos que disfruta de esta actividad tanto como le es posible, otro es un predicador que dedica su sermón a estudiar de las conjunciones que aparecen en la Biblia: hay un policía sin mucho que hacer en un pueblo en el que poco o nada pasa,  y de este modo, la lista de personajes sigue con un grupo de gente que no tiene mayor relación entre sí aparte de vivir en el mismo pueblo.

La película inicialmente puede parecer inconsistente, nada más que unas simples viñetas caricaturescas sobre un grupo de personas diciendo cosas raras y sin aparente importancia en algún extravagante pueblito de Estados Unidos; pero al escuchar realmente lo que esta gente dice, y al apreciarlo mediante la forma en que el autor nos lo muestra (entrelazando los distintos relatos conforme cada uno de los personajes se acerca a un tema en particular), el respeto hacia estos personajes crece y nos damos cuenta que lo que dicen nos concierne a todos y sí es importante aunque no parezca en principio. En un momento alguien habla acerca de la existencia de Dios, luego alguien nos dice que si las estrellas existen es por algo, y que tal vez cada estrella es un mundo en si misma, luego estamos ante un hombre que vive para perseguir pavos, y luego ante otro que vive para perseguir infractores, y tan calmadamente como esta gente nos habla, nosotros entendemos también que este documental no intenta presentarnos un problema social o denunciar alguna injusticia, que su propósito no es cambiar nuestras vidas mostrándonos las miserias o las bondades de los demás. Nos damos cuenta que este es simplemente un documental sobre los detalles a los que cada quien da importancia, sobre las pequeñas o grandes obsesiones que tenemos en la vida y de las que nos gusta hablar si alguien nos pregunta alguna vez, sobre la vida en un pueblo que puede ser cualquier pueblo, pero que no lo es, y entonces entendemos que su intención es más noble y su efecto más perdurable porque si bien es sobre los demás, también es sobre nosotros.

La belleza visual de este trabajo es destacable, la quietud de sus imágenes nos permiten percibir la belleza de los lugares y de la vida allí, que es simple pero a la vez particular. Hay algunas secuencias que cargan una intensidad visual propia del trabajo de directores como Werner Herzog o David Lynch, siendo al mismo tiempo contemplativas y calmadas.

El centro de este trabajo es simplemente observar sin juzgar, respetando lo que cada uno es y valorándolo por lo mismo, mostrando también que tan distintas como nuestras vidas parezcan, todos vivimos en el mismo mundo y todos somos más o menos parecidos; así cacemos pavos o “cacemos” feligreses.

Con 55 minutos de duración, un trabajo así se podría quedar corto en muchos aspectos, pero esta película dice lo que tiene que decir en el tiempo necesario sin pasar a explotar excesivamente las personalidades de sus protagonistas y al mismo tiempo sin tratar los temas levemente, dándoles el tiempo adecuado para ser tratados. En comparación con su película anterior, Gates of Heaven, Errol Morris se libera aquí de algunas características estéticas y narrativas que había presentado en su trabajo previo: la cámara se mueve más y hay un seguimiento de los personajes más detallado con respecto a las actividades diarias de cada uno, cosa que tal vez se deba a la ausencia de un punto en común que una a estas personas (a diferencia del cementerio de mascotas en su primera película) y al protagonismo del pueblo como tal. Vernon, Florida aunque corta, es grande, y representa un paso adelante en el desarrollo artístico de su realizador.