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Erich von Stroheim: Greed (1924) – I

Avaricia.

¡Avaricia!

AVARICIA.

Este momento se había tardado mucho en llevarse a cabo, momento en el cual escribiría un conjunto de 2 artículos acerca de esta película, mi primera experiencia con Erich von Stroheim y todavía sigue siendo la mejor, en muchísimos aspectos. Todavía recuerdo cuando leí sobre ella hace varios años, en uno de esos incontables libros de “otras 100 películas que debes ver antes de morir“, y la historia del ascenso y caída de un minero que migra a San Francisco y encuentra el infortunio de la mano de la riqueza, fue un gancho definitivo para obligarme a verla. Ah, claro, y el hecho de haber sido pensada para proyectarse en 9 HORAS Y MEDIA.

Estimada base de lectores de Filmigrana, aunque no creo que haga falta recordarlo, estamos hablando de 1924. Los proyectos más ambiciosos en materia de proyección hasta la fecha habían sido Intolerance (1916), del maestro Griffith, y apenas si bordeaba las 4 horas; Les vampires (1915), de Louis Feuillade, ostentaba una duración de 6 horas y media, aunque se trataba de un seriado, con una duración en cada ‘episodio’ de una hora, apenas sensato para no perder la atención de los espectadores. No obstante, ¿Cómo deben tomarse 9 horas y media en esa época?

“Jamás volveré a salir a cine contigo, ¿Queda claro?”

Eso depende un poco de lo que vayamos a ver. En el caso de la mencionada Intolerance, una historia épica dividida en 4 épocas distintas que a menudo se entrecruzan, eso es algo que el público dificilmente llegará a digerir. Greed, por otro lado, adapta y translada a pies juntillas una novela estadounidense naturalista de principios de siglo XX, McTeague (escrita por Frank Norris). En ella, como ya se dijo, se narra la historia del epónimo minero irlandés, que tras la muerte de sus padres se traslada a la pujante y movilizada San Francisco con un sueño más bien sencillo: obtener fortuna y ser libre. Cuando conozca a Trina y a Marcus su vida como dentista empírico cambiará de manera definitiva.

No es que se necesite estudiar para profesar como dentista.

Lo anterior, que funcionaría como un storyline más-o-menos limpio en una película corriente, no equivale ni al 20% de la pelíccula original. Lo que sigue a continuación es más bien difícil de narrar, y por ende, procuraré que se me escape entre dientes, para que tengan ganas de ver al menos la versión uber-recortada de hora y media (más adelante hablaré de esto).

Algo que lo que no podemos dudar ni un instante es que von Stroheim estaba seguro que pondría su vida en esta película, y esperaría lo mismo de su fiel equipo técnico y de actores, que lo acompañaron hasta las últimas circunstancias, tanto en sentido literal como figurado. El reparto es bastante meticuloso, y viene siendo algo como esto:

La asistencia de dirección y la dirección de segunda unidad, imprescindible para una producción de este talante, estaba dirigida por Louis Germonprez, cuñado de von Stroheim, con quien ya había trabajado desde el inicio de su carrera. La fotografía estaba a cargo de William Daniels y Ben Reynolds, ambas prolíficos operadores de la era del cine mudo y buena parte del sonoro. La dirección de arte y los escenarios serían obra de Cedric Gibbons, quien después trabajaría en la fastuosa primera versión de Ben-Hur (1925) y en su hoja de vida acumularía alrededor de 1000 películas como director de arte.

Los actores, en su tanto, eran ya viejos conocidos de nuestro infame austríaco, o bien, estrellas reconocidas por su propia cuenta, como Zasu Pitts (interpretando a Trina, la alemana), ya famosa por sus comedias ligeras, y Jean Hersholt (a la cabeza de Marcus), con un bagaje no menor de apariciones. Resulta difícil imaginar otra opción para el fornido McTeague que no sea Gibson Gowland, a quien ya recordamos por su pequeño pero crucial papel de Sepp Innerkofler en Blind Husbands. Los secundarios logran robarse el show con su aguda interpretación, y no me estoy refiriendo a otros dos sujetos estereotípicos que no sean Dale Fuller y Cesare Gravina, a quienes también ya vimos en Foolish Wives, haciendo de mucama trastornada y judío corrupto, respectivamente; en Greed los veremos destacando en sus papeles de… ¡Mucama trastornada y judío corrupto! Qué maravilla.

Armado con este equipo de seres consagrados al cine mudo y con muchísimas onzas de valor, von Stroheim adopta una postura inusual a la hora de filmar esta adaptación: será tan fiel que rodará en las locaciones descritas en el libro, tomándolo casi como un guión técnico. A excepción del apartamento de McTeague, todos los sitios existían y fueron empleados, tanto los exteriores como los interiores, conviertiendo esta película en la primera en ser completamente rodada en locaciones.

“¡Miren, un funeral!… Luces, rueda cámara, tres, dos…”

Es gracias a esta película que nos resulta apenas creíble pensar en la voluntad y la fuerza de trabajo de alguien como von Stroheim, a la hora de encabezar un proyecto tan ambicioso y rotundo. Aunque se tratara de un terrible problema de ego el que estaba surgiendo en él, fue precisamente el problema lo que lo llevó mucho más lejos que todos sus contemporáneos, aunque volar muy cerca al sol le quemaría las alas, sin duda. La película original fue cortada en repetidas ocasiones, por personal técnico y decretos cada cuál más aislado del original que el anterior.

A estas alturas también debe estar surgiendo una pregunta concerniente a todo ese asunto de las 9 horas y media y los cortes, ¿De qué nos estábamos perdiendo? Cualquiera que haya tenido la fortuna de leer la novela completa sabrá a qué me refiero, porque como ya se dijo, la película es una traslación idéntica, casi que parafraseada del libro (eso sí, para los que imaginaron que verían una interminable hilera de intertítulos entre escena y escena, les aguarda una deliciosa sorpresa).

Es lamentable que muchas de esas secuencias eliminadas sean, sin duda, hitos en la historia de la cinematografía. Una elaborada escena de pelea entre Marcus y McTeague: borrada. El final de una subtrama, la única que acaba feliz en la historia, coloreado completamente en el original: borrado. La lista podría continuar enormemente, pero sintámonos bien por lo poco que nos queda al alcance de las manos, una finísima versión de KINO LORBER en VHS, con fotogramas insertados a partir del plan de guión original y fotografía fija de los rodajes; o bien, la versión gratuita (en italiano) de duración aceptable, que pueden encontrar en Archive.org.

Parece que valió la pena la expulsión de von Stroheim del rodaje de Merry-Go-Round (1923), ya que el resultado de dos años de trabajo en condiciones inclementes sería entregado a principios de 1924, y veremos en qué consiste en nuestra próxima entrega de Filmigrana.

¡Tierra a la vista!

Con el fin de establecer rutas seguras de viaje entre esta isla y nuestros más apreciados muelles y puertos comerciales, hemos creado una página de enlaces en la que pueden hallar lugares que les permitan ampliar la contemplación de los productos culturales de su preferencia.

Ahora sí, no existe la más mínima excusa para tener vacía esa lista de Favoritos en su explorador de internet.

To Have and Have Not (1944)
"Veo un par de sitios web..."

Entre otras novedades…

1) Recordarles que a lo largo de este fin de semana tendremos 3 artículos sumamente esperados y jugosos, en compensación a la ausencia de contenido de los días pasados. Estén atentos, y si gustan de comentar sus opiniones o redactar un correo a la dirección que ya conocen, bienvenidos son.

2) ¡Llegó la hora de compartir! Debajo de cada entrada, notarán que ahora hay opción de calificar de 1 a 5 estrellas el contenido del artículo. Del mismo modo, pueden compartirlo en su red social de preferencia (Facebook o Twitter) o bien, enviarlo por correo a aquel magro amigo que siempre ha querido leer algo similar a lo que escribimos, en español.

Erich von Stroheim: Foolish Wives (1922)

Apenas si han pasado 2 años desde su debut como director, y ya nos encontramos con las primeras joyitas en la relación de Erich von Stroheim y sus productores. Con lo anterior no sólo me refiero a que fue lanzada por Universal Super Jewel, una rama de la productora Universal encargada de auspiciar títulos de prestigio por los que se cobraría un precio de taquilla mayor; también hay unos brillantes con muescas que dificultarán el futuro de nuestro director…

Foolish Wives, la tercera película del “noble” austríaco, tardó 11 meses en producción, y después de toda una infinidad de problemas, el filme terminado nos entrega una nueva historia de adulterio, ingenuidad y egos disparados. Escrita por el mismo von Stroheim, narra la llegada a Monte Carlo del embajador norteamericano Andrew Hughes (interpretado por Rudolph Christians), con su esposa Helen (Miss DuPont) donde coincidencialmente dos “princesas” rusas, Olga y Vera Petschnikoff (Maude George y Mae Bush) se hallan aparentemente vacacionando con su primo, el Conde Wladislaw Sergius Karamzin, capitán de la 3ª de Husares de la Armada Imperial Rusa (interpretado por…).

“No se quejen si no se vieron El Jeque, señoritas.”

Las princesas y el embajador se encuentran y forjan muy sanas relaciones, de una manera similar a como nuestro infame conde lo hace con la mujer de aquel. Tal y como sucede en la precedente Blind Husbands (que podría intercambiar su nombre facilmente con esta película y nada malo sucedería) la forastera se aburre, y es el carismático y coqueto oficial quien se encarga de divertirla a lo largo del Monte Carlo reconstruido en el set, con todos los lujos imaginables del sitio en el que está basada la locación.

No obstante, no tardamos mucho en descubrir la verdadera intención de las princesas artificiales y su primo casanova: sonsacarle dinero a los aristócratas (y ligar de cuando en cuando, si el tiempo lo permite). Sergius, con el fin de ser lo suficientemente galante y auténtico como para recibir la atención de Helen, derrocha cantidades enormes de dinero, lo que lo empuja a solicitarle dinero a Cesare Ventucci (Cesare Gravina, que hace de Zerkow el judío de Greed), un contrabandista que emite dinero falso y que cuida de una bella joven (!) que palidece en cama. No siendo suficiente, Sergius también se remite a recibir un préstamo de su propia críada, Mariushka (Dale Fuller, ¡la críada mexicana de Greed!), quien está enamorada del conde.

Por fortuna, esto no vuelve a suceder jamás.

Todos pasan un delicioso rato en el innecesariamente costoso Casino: una fiel y ostentosa recreación de un sitio lúdico semejante en Monte Carlo. Hay trajes de seda, lujosas cofias nocturnas y tuxedos auténticos. Incluso, el dinero que circula es tan real que von Stroheim fue arrestado en plena producción por contrabando, de lo cual se salvó aduciendo a que se trataba tan solo de ‘la utilería de una película’. Así es que se crean los personajes.

Sea como fuere, Sergius le envía una pequeña y comprometedora carta a Helen, citándola en la torre de su condominio (inequivocamente nombrado “Villa Amorosa”, porque algo parecido a “Karz’ Love Shack” habría sido suficientemente disuasivo para la esposa del dignatario). Sergius se encuentra con Helen y, lamentablemente, Mariushka es testigo invisible de la tórrida conversación entre ambos. Salvando la inocencia (otra referencia a Greed…) deja que la relación entre su patrón y la mujer que lo visita arda como es debido.

Hay bomberos, ‘trackings’ de cámara, manos agitándose en el aire y no pocas referencias/homenajes a The Birth of a Nation, tras los cuales llega un Andrew confundido y sin idea alguna de lo que sucedió con su mujer. Ahora, los fieles y muy atentos lectores estarán pensando en estos momentos “¡Claro, la carta! El marido, hasta ahora totalmente ajeno a la trama, leerá la carta y descubrirá al conde justo a tiempo“, tal y como sucede en Blind Husbands; pero, ante el beneficio de la duda, podríamos decir que eso sinceramente no puede suceder porque von Stroheim ya empleó ese mecanismo narrativo hace menos de 2 años, ¿Cierto?

Eran buenos los tiempos en los que cada esquela, carta o telegrama venía con su respectiva cabeza holográfica.

Supongo que no sobra revelar que von Stroheim no tiene formación académica en teatro, literatura o cualquier medio que se le parezca. Así bien, llegamos a un final revelador, en el que se nos demuestra irónicamente que las apariencias engañan, y no hay nada mejor que el amor auténtico. Sabiamente dicho por un hombre con múltiples personalidades.

Debo confesar que lo anteriormente escrito no rinde el debido culto a la presunta “primera producción de un millón de dólares” (ya sabemos que el maestro Griffith se adelantó con Intolerance e invirtió el doble de esa suma) y que quedan muchas cosas por fuera para relatar, pero si nos ponemos a pensar que el original duraba alrededor de 9 horas y fue recortado tanto durante como después de la producción, sólo nos queda apelar a la imaginación para saber qué otras tramas se habrían desenvuelto en la película. Seguramente había alguna explicación de por qué Cesare le pasaba dinero con tanta facilidad a Sergius, o bien, tendríamos tal vez un final más profundo y extendido del que actualmente podemos ver.

No obstante, lo que sí quedó impreso en la película y hoy día podemos apreciar es la soberbia actuación, que no guarda ningún vestigio o relación con el teatro. La dirección de arte, como ya se ha dicho implícitamente, es magnífica. Qué decir de la fotografía, llena de texturas y golpes de luz que he podido apreciar incluso en la putrefacta versión que poseo. Seguramente resultaría muy difícil recuperar la inversión e incluso ganarle algo al producto final, pero lo que para muchos directores habría sido el fin de su carrera, fue apenas un foco de notoriedad para un excéntrico von Stroheim, preparándose para fabricar su cruz y obra maestra, su Apocalypse Now, su propia condena…

Ustedes no las ven, pero abajo de ese peñasco hay 2 películas.

Si su interés va más allá de la lectura, pueden descargar la película en este enlace, legalmente.

Erich von Stroheim: The Devil’s Passkey (1920)

Aprovecho este pequeño aviso para comentar dos cosas, una de ellas relacionadas con la Clase Magistral de Erich von Stroheim:

La primera de ellas es que, de acuerdo a la cronología de sus obras, la siguiente película en su haber, The Devil’s Passkey (1920) no podrá ser desmenuzada por los odiosos escritores de Filmigrana, debido a que el original de celuloide se pudrió en las bóvedas de Universal.

De acuerdo a su sinopsis completa, proveída por TCM (Turner Classic Movies) se lee que la película trataba de lo siguiente:

Grace Goodwright, la esposa de Warren Goodwright (un dramaturgo bloqueado que vive en París), es una mujer acostumbrada a vivir más allá de lo financieramente permitido. Grace está endeudada con la modista Madame Malot, quien le sugiere que el acaudalado Rex Strong [menudo nombre] podría ser la solución a sus problemas económicos. Strong le ofrece un préstamo a Grace a cambio de favores sexuales. Cuando Grace se niega, Madame Malot se enfurece ante la idea de perder su dinero e intenta enredar a Grace en una trama de chantaje. Warren lee un reporte del escándalo en un diario parisino en el que no figura nombre alguno y decide escribir una obra alrededor de esa situación. La obra se torna en un gran éxito, pero todo París se rie de Warren, quien no sabe que el personaje principal es su esposa. Tras descubrir la historia verdadera, Warren decide matar a Strong pero cede al último minuto, convencido de la inocencia de su mujer.

Pues sí, basicamente traduje pobremente lo que dice la página, palabra a palabra, pero ¿No resulta fantástico semejante argumento? Ya en la anterior película abordamos el espinoso tema del adulterio (no olviden que estamos en 1919) y nuevamente von Stroheim lo trae a colación, sin duda con la elegancia y decoro que caracterizó su obra anterior y con un estilo cinematográfico que estaría gestándose para sus películas futuras.

Vale la pena anotar que, entre los únicos miembros reconocibles del reparto de la película anterior están unicamente Sam de Grasse (nuestro Dr. Armstrong favorito) y Valerie Germonprez, la mujer en la luna de miel, esta vez en calidad de extra.
Es lamentable no poder apreciar esta película, cuya duración original era de 130 minutos. Así, nuestro excéntrico austríaco tendrá que esperar hasta la próxima reseña, Foolish Wives (1922) para poderle seguir la pista en su monumental ascenso y declive.

Estén atentos.

¡Ah! La segunda cosa que iba a comentar: no olviden leer la fantástica reseña que hemos publicado acerca de Dark Star, una de las muchas películas de género de John Carpenter.

Erich Von Stroheim: Blind Husbands (1919)

La opera prima de uno de los grandes directores de principios del siglo XX, es también un drama con un argumento muy concreto e incluso con giros y situaciones divertidas que mantienen al espectador en su asiento. Drama, 1919, blanco y negro, silente… ¿Cómo puede ser esto posible?

“¿No fue eso lo que dijiste, Ramón?”

Erich von Stroheim (1885-1957) no pasó desapercibido en la historia cinematográfica de los Estados Unidos, dado su extraño carisma, su exótico porte y su innegable entusiasmo a la hora de dirigir el curso de una película (ya fuera detrás como al frente de la cámara). Habiendo granjeado una mínima reputación como actor en cortos del obscuro guionista John Emerson e incluso habiendo participado en la magna Intolerance (1916) de D. W. Griffith, entre otros roles, el austríaco de origen humilde aunó dinero suficiente para adaptar al celuloide uno de sus escritos, “The Pinnacle”.

Presentada por Carl Laemmle, esta sencilla historia de un triángulo amoroso toma lugar en los alpes austríacos, presumiblemente cerca al Monte Cristallo (donde se rodó en locación la primera película de Leni Riefenstahl) lugar en el que una pareja de acomodados ciudadanos norteamericanos, Margaret y el dr. Robert Armstrong (interpretados por Francelia Billington y Sam de Grasse) van a pasar sus vacaciones, coincidencialmente acompañados por el teniente Erich von Steuben (impersonado por el mismo von Stroheim), quien desde un principio nos es advertido como “oficial de caballería, con una gran apreciación de tres cosas: Vino, MUJERES, Música.”

Por lo menos, mujeres encontrará.

También nos presentan, en otras circunstancias, al Silente Sepp (interpretado por el enorme Gibson Gowland, con quien me extenderé en una reseña futura), personaje basado en un guía de montaña real, Sepp Innerkofler. Sepp parece tener una relación de amistad con el Dr. Armstrong, como nos lo indica una secuencia con telegrama al inicio de la película, y por este y otros motivos aparentemente sociales, entablará amargos lazos con von Steuben.

Von Steuben, en principio, se mostrará como todo un caballero, tanto con Margaret como con las otras damas del complejo turístico. La esposa del dr. Armstrong cede a estos peculiares devaneos gracias a la falta de atención que éste le profesa a ella, aunque Sepp, siempre atento (y eminentemente mudo) sospecha en todo momento de la sensual conducta del teniente. Incluso, von Steuben es encomendado constantemente por Robert para que cuide y escolte a su abandonada esposa, lo que demuestra muy poca intuición de parte del doctor (y desconfianza hacia Sepp, el hombre que aparentemente le salvó la vida en una ocasión).

Las cosas se complican para nuestro galán austríaco en cuanto este conquista a más mujeres y efectúa más encuentros clandestinos con Margaret. El barbudo Sepp aparece en uno de estos encuentros, pero no se revela a sí mismo hasta que las manos de von Steuben han llegado un poco lejos. Gracias a los constantes flirteos y a su falta de empatía con los locales, resulta muy difícil guardarle cariño a este alter-ego temprano de Erich von Stroheim, sin contar que le resta dimensiones al personaje.

“Manoseándose en el Golgotha, ¿Eh, muchachos?”

Sólo hasta regresar de una desafortunada expedición a las montañas, el dr. Armstrong empieza a atar cabos acerca de los últimos movimientos entre su mujer y el vecino del cuarto contiguo; primero hallando un costoso regalo con una reveladora carta adentro, y luego al leer una valla/profecía convenientemente escrita en inglés. Lo anterior motiva la siguiente media hora de acción pura en las montañas, lo que nos recuerda nuevamente a esa directora infaustamente relacionada con el partido Nazi. Un desenlace que vale la pena ver sin interrupción, aunque el tufillo moralista llegue a incomodarnos un poco en ciertos momentos.

Para tratarse de una película de 1919 el resultado es bastante conciso y escueto, tanto para la época y el director/escritor/actor que nos atañe. La actuación es contenida y gestual, con especial énfasis en el personaje del dr. Armstrong, el más justificado de toda la película. Así mismo, la acción y los planos podemos deberselos en parte a Ben Reynolds que, antes de convertirse en el cinematógrafo de cabecera de von Stroheim, trabajó en numerosos cortometrajes seminales del western con nadie más que John Ford. La iluminación de los sets, aunque en ocasiones artificiosa, al menos pretende crear una atmósfera o una hora del día discernible.

Eso sí, pocos podrían haber adivinado que el hombre detrás de esta obra se transformaría en la enorme criatura que en las semanas venideras intentaré diseccionar. Para quienes quieran verla en su totalidad, la pueden encontrar facilmente en Google Videos como una obra de dominio público. ¿Que da pereza buscar? Bien, aquí está el enlace. [1]

[1] Este enlace fue revisado el día 18 de agosto del 2022, y se reemplazó por un equivalente de mejor calidad en YouTube. Con el ánimo de conservar la integridad del artículo, no se cambió el texto ni las imágenes acompañantes del mismo.

Buenas Nuevas y Nuevas Buenas

Old and New (Sergei Eisenstein, 1929)
No creemos que sea necesario un tractor para sacar adelante este sitio. Por ahora.

Como Marfa, vamos lentos pero seguros.

Nuestro campo baldío empieza a crecer paulatinamente, y gracias a ello, me veo motivado a comunicar algunas novedades para que se mantengan en contacto con nosotros.

En primera instancia, demuto se ha unido a esta empresa, lo que ahora nos convierte en un equipo de 3. Estamos abiertos a sugerencias, colaboraciones y apoyos logísticos de nuestros lectores.

Por otro lado, este fin de semana será grandioso: aguarden una reseña sorpresa de la obra de John Carpenter, versátil director de culto con obras que oscilan entre las magníficas The Thing (1982) y la conocida Halloween (1978), hasta llegar a la infravalorada Prince of Darkness (1987). Al otro lado del espectro, habrá una ración de Erich von Stroheim en su fase de director, conocido eminentemente por la ambiciosa Greed (1924). Luego de eso, empezaremos la semana con Jonathan Demme, artífice de la también conocida The Silence of the Lambs (1991).

¿No resulta fantástico? La intención es crear un circuito con las obras completas de estos directores, interrumpido eventualmente por otros artículos de interés general y notas varias. Como verán, hay muchas razones para venir a menudo a chequear los tejidos de la Filmigrana.

EDICIÓN: parece ser que lo que teníamos preparado de Jonathan Demme tendrá que esperar, pero eso sí, habrán otras sorpresas suculentas para la próxima semana. Estén atentos.

01 – Intro

(Del Diccionario de la Real Academia Española) filigrana.

(Del it. filigrana).

1. f. Obra formada de hilos de oro y plata, unidos y soldados con mucha perfección y delicadeza.

2. f. Señal o marca transparente hecha en el papel al tiempo de fabricarlo.

3. f. Cosa delicada y pulida.

Con esta explicación inicia el trayecto de este sitio, explicación que queda a la libre interpretación de los lectores. Si hay algo que hoy día se puede apreciar con facilidad en las artes es su interrelación, y queremos ser enfáticos en ese fenómeno al hablar del cine; difícilmente veremos películas sin nexos con la música, la literatura, la pintura o la vida misma, lo que nos obligará a agarrar esos tejidos y desbaratarlos, hallando esos “hilos de oro y plata” en referencias, homenajes, pies de página y robos descarados (ocasionalmente inintencionales).

"Every Thing You Always Wanted to Know About Sex * But Were Afraid to Ask"
Así, los dejamos con la primera de muchas imágenes que, cuando tengamos el presupuesto, emprenderá movimiento.