Los meses han pasado de forma lenta, segura y especialmente inefectiva, de tal modo que nuestro amigo Valtam se ha encargado de llevar la mayor parte de la carga de este romántico y furioso blog, pero es hora de a) agradecerle por su trabajo incesante y de alta calidad y b) de darle una buena mano. Pero este no es un párrafo auto-complaciente (aunque probablemente me voy a auto-complacer luego de acabarlo), sino uno en el cual les traigo nuevas. Muy Buenas Nuevas, así que no hay necesidad de decapitarme y mandar mi cabeza de vuelta al lugar de donde vino el mensaje.
Para empezar tenemos el placer de informarles que tenemos nuevos colaboradores en la sección de Los Fortuitos, K0walski y Samuel Morel, que con un par de fenomenales artículos de muy distintas índoles (pero ambos provenientes de castas finas y estupendas) se han unido a nuestra familia de la muerte. Uno de estos hará parte de una nueva y pretenciosa (pero aún así deliciosa y nutritiva) sección del blog, llamada Filmigrana Academia, un espacio nuevo donde artículos ligeramente más elaborados y cargados de referencias bibliográficas (o académicos, HEY, ESE ES EL NOMBRE DE LA SECCION!) serán publicados y expuestos a sus mordaces críticas, fieles lectores.
También continuaremos con nuestro proyecto insigne, las ocasionalmente abandonadas Clases Magistrales, en las cuales Demuto continuará su ardua labor de revisar la obra del gran Errol Morris (avanzando hasta su más reciente trabajo documental, el premiado “Tabloid”), Valtam está a un par de pares de filmes para acabar con el gran conde austriaco Von Stroheim, el recientemente renombrado JNMGLVDL continuará su labor con “The Royal Tenenbaums” próximamente e incursionará en un nuevo artículo sorpresa (en el cual haré las veces de prólogo y epílogo) y mi propio seudónimo virtual continuará con su largo y demorado artículo sobre la obra maestra del cine de ciencia-ficción/terror “The Thing” y seguirá todo el camino llamado John Carpenter hasta la aparentemente desconcertante “The Ward”, que ha pesar de encontrarse ya disponible en Cuevana (Ja!), no he tenido las agallas de enfrentarla.
Y, cómo ya les hemos dicho antes, hemos incursionado también en el campo de la producción, pero ciertos impedimentos técnicos harán que estos proyectos sean aplazados, si tan sólo un poquito más. Pero descuiden, cuando estos estén listos serán expuestos a sus sensibles y esperanzadoramente abiertas mentes para su evaluación y apoyo (o todo lo contrario). Por el momento, esperen más noticias.
Con esto, les dejaré con el primero de varios artículos que tendremos antes de nuestro primer aniversario (¡1 año muy pronto!), con el cual tendremos la sorpresa más grande de todas, una de la cual nos sentiremos particularmente orgullosos (sí, por supuesto, todo sale con éxito). Hay muchas más, no se preocupen. Una de ellas, más pequeña, incluye un par de artículos sobre la etérea Meg Ryan por parte de este fiel servidor. Les reitero la invitación de participar, comentar, destruir y celebrar este espacio y les despido, como siempre, con una imagen.
¿Cuál es el propósito del cine? La mayoría de la teoría y de la historia se ha dedicado a responder la pregunta de cuál es el específico cinematográfico, la esencia del cine. ¿El punto, sin embargo? Concierne, en un nivel más general, al arte. ¿Cuál es el propósito del arte, entonces? Ah, pero ahora nos adentramos en aguas pantanosas: no todo el arte es cine, y no todo el cine es arte. ¿Pero debería serlo? Idealmente, sí. Empíricamente la idea no funciona, ya que es trascendida por otra idea, incluso regla, mucho más importante para su funcionamiento: Todo el cine debe entretener.
Parece curioso comenzar un artículo sobre “Out Of Time”, el thriller tropical de Carl Franklin, con una descripción tan seria y pretenciosa como la de arriba, pero en muchas formas este pequeño debate responde a porque he escogido este filme en particular como el primer ejemplar de “Where’s the Love?”. Miren, es muy posible que nadie en la faz de la tierra vaya a defender esta película como una obra maestra. De hecho, es muy posible que ni siquiera sea el mejor trabajo del director (un más fuerte argumento podría hacerse sobre “Devil In A Blue Dress”, también con Denzel Washington en el papel protagónico). Pero con todos sus giros y maquinaciones, “Out Of Time” cumple a cabalidad la regla dorada sobre la que escribía anteriormente: no pierde nuestra atención por un solo minuto.
¿Pero de que diablos trata “Out Of Time? ¿Y porqué diablos estoy escribiendo un artículo sobre ella? Paso por paso. El filme sigue al jefe de policía del pequeño pueblo de Banyan Key, Mattias Whitlock, interpretado sin mucha pesadez emocional por un dispuesto Denzel Washington (más sobre él adelante). Es un lugar calmado, donde el mismo jefe de policía es quien atiende las llamadas nocturnas, y nada coincidencialmente responde al llamado nervioso de Anne-Merai Harrison (Sanaa Lathan), una candente habitante del pueblo que afirma haber sido atacada por un hombre desconocido mientras estaba en su casa. Cuando Whitlock le pregunta cómo era el individuo, Anne le responde que era muy similar a él. He looked like me? So he was good-looking. Anne le lleva al dormitorio y le explica con lujo de detalles la intrusión, y estos son re-actuados con velocidad y pasión por Whitlock que le toma del cuello y le besa agresivamente. La llamada de auxilio se descubre cómo un juego erótico entre los dos personajes, y a medida que esta se dispone a desabrocharle los pantalones el walkie-talkie del jefe suena e irrumpe la química entre los dos con las siguientes palabras: Chief, we got a situation here, it’s about to blow. We need you to come, quick.
Esta es, en pocas palabras, la secuencia inicial de “Out Of Time” y funciona perfectamente como un microcosmos de lo que es el filme en sí mismo: en tan sólo unos cuantos minutos tenemos un par de giros, un diálogo impecable y el uso de la decepción como seducción. Funciona como un encanto, no sólo para Whitlock, sino para el mismo espectador. La imagen de la hermosa Lathan se filtra en los créditos, que se aprovechan al máximo de su escénica y hermosa locación, con clichés tales como palmeras y la costa, pero con auténticos toques personales cómo el uso de la particular fuente naranja, que se derrite en el calor intenso y vibra con el sonido de la trompeta. Esta es otra de las razones por las cuales el filme es particularmente efectivo: Su juego con lo esperado, con la expectativa es fundamental, ocasionalmente haciendo exactamente lo que el espectador quiere, sabe y conoce y ocasionalmente haciendo exactamente lo opuesto.
Este juego es quizás una de las cosas más arriesgadas con las que trata Franklin en el filme. Nadie puede debatir que “Out Of Time” es, en esencia, un trabajo de estudio, pero uno que tiene un alma particularmente difícil de capturar en pocas palabras. Para empezar, tiene un alma, una distinción particular que le eleva sobre demás thrillers de estudio. Pero profundizando, es un filme que parece mucho más arriesgado de lo que su resultado parece. Es tradicional, cierto, pero al mismo tiempo es subversivo. Está construido sobre clichés pero logra trascenderlos, no a partir de un estilo realista o naturalista, sino a través de la misma subversión del cliché dentro del cliché. Todo esto huele sospechosamente a sobre-análisis, cierto, pero mantengan la calma.
Una vez acabados los créditos iniciales nos trasladamos a un restaurante al lado de la orilla donde el Chief Whitlock está desayunando mientras lee el periódico local, su foto en la página principal tras haber capturado a un narcotraficante y haber confiscado una porción generosa de su dinero (The Scarcetti Money, sí les suena a artificio de la trama están en el camino correcto), cuando entra una vez más Anne, esta vez con su marido Chris, un ex-jugador de fútbol americano con tendencias abusivas (un estupendo Dean Cain), con quien Whitlock entra en una hostil pero juguetona pelea de palabras que acaba con una recomendación de cangrejo. La manera en que presenta los hechos no es forzada, pero sí es construida.
Lo que no significa que el guión de David Collard no sea extremadamente agudo. Tomando prestado tanto del cine negro de Howard Hawks (y su diálogo rat-a-tat) cómo del dudoso género del thriller tropical (“Palmetto” y “Wild Things” parecen haber sido todas influencias de las escenas de sexo y la fotografía), lo verdaderamente genial de su trabajo no viene de su diálogo (estupendo, sin duda alguna) sino de su narración. Tomemos la siguiente escena, en la estación de policía, por ejemplo. Allí conocemos a dos de los personajes principales más importantes: Alex (Eva Mendes), la previa esposa de Whitlock recientemente ascendida al departamento de homicidios de Miami y Chae (el actor de carácter John Billingsley, mejor que nunca y que todos quienes le rodean), el mejor amigo de Whitlock, un forense ligeramente alcohólico con una propensión a la navegación. Al ver la tensión que existe entre Alex y Whitlock, se excusa del cuarto: I’m gonna go into the other room and pretend to make a phone call. En principio parece una escena bastante ligera, pero es una fundamental y necesaria. En “Out Of Time” es imposible encontrar una escena (un plano quizás) que no sea absolutamente necesaria.
Esta falta de lo impredecible fílmico (más no narrativo) hace que el espectador siempre se sienta seguro mientras visualiza el filme, a pesar de una moral dudosa de la mayoría de los personajes y la presión constante del tiempo sobre el personaje principal. El tiempo, como su título lo anuncia, es la constante que define el filme y lo vitaliza. Es una carrera contra el mismo, similar al cine de John Carpenter y H. G. Clouzot, pero con una ambición mucho más moderada. Es moderada, en parte, por la elección de Washington en el papel principal, que le da un caché en términos monetarios pero sacrifica algo de lo arriesgado que podría tener de tener solo actores desconocidos. Pero ese no es el punto, ya que el filme de Franklin no apunta a la innovación (a pesar de que sí lo hace). Washington es el equivocado para el papel, pero al mismo tiempo es perfecto: el personaje puede ser 100% opuesto al actor, que siempre actúa de una manera muy similar (salvo por “Training Day”) pero igual logra hacer sus personajes memorables. No se exactamente como funciona, pero ese es el estilo sintetizado de Denzel Washington. Y ese, de hecho, es el estilo sintetizado del filme: Al salir de lo predecible (en la que no se encuentra, en realidad), perdería su encanto, pero es por eso que sus metas no van tan lejos como el ojo adiestrado espera. Excepto que sí el ojo adeistrado espera más de un filme así, está viéndolo de la manera equivocada. Es una gran sopa de contradicciones, pero de algún modo funcionan en el mundo de “Out Of Time.”
Es imposible también discutir la trama sin dañar gran parte de los placeres que este artículo busca rescatar. ¿Para que escribir un artículo en esta absurda, arrogante y bonita sección sí este va a arruinar el filme que busca salvar? He tomado cerca de 3 hojas de notas de resumen de trama, citas y análisis ridículo de un filme que no pide mucho más que una audiencia que le disfrute. Y no lo duden por un solo momento, es complejo encontrar 105 minutos más entretenidos y tensionantes que los provistos por Carl Franklin y su equipo en esta pequeña joya.
Es cierto. Ha sido un diciembre largo, frío e inactivo, lo cual es aún más razón para hacer esta pequeñísima anotación (y disculpa, en realidad). Así que acá está: lo lamentamos. Pero no hay que preocupar, mucho menos entrar en pánico, ya que el 2011 va a ser un gran año para Filmigrana (y su hermana media Monk’s) y decenas de nuevos y jugosos artículos esperan para ser publicados desde las neveras de nuestras cavernosas y arrogantes cabezas y, ¡hey, quizás incluso la suya! Esperen nuevas secciones (con nombres tan deliciosos como Where’s The Love e Influencias Inofensivas) y nuevos colaboradores (que prometen proyectos tan ambiciosos como una revisión de la estupenda trilogía de Westerns de Corbucci), más los esperados y exasperantemente demorados finales de las revisiones de la obras de los Sres. Von Stroheim, Carpenter y Morris (cerrando con sus nuevas producciones “The Ward” y “Tabloid”).
Así que, sin más, les despedimos con una imagen (como siempre) y un video (como nunca) del trailer de la nueva obra de Carpenter: Juzguen ustedes el preview.
Comenzaré por aceptar mi falta de juicio después de un prolongado e inmerecido descanso. Lo lamento. Lo que no lamento es haber tenido la oportunidad de repetir un par de veces más la siguiente película en la filmografía carpenteriana. Por alguna razón creí que se trataría de “The Thing” pero mucho me temo MacReady y los perros siberianos deberán esperar para dar paso a una pequeña joya del cine de ciencia ficción de los 80’s: “Escape From New York”. Snake Plissken, legendario fugitivo y condecorado ex-militar (a pesar de siempre usar un parche en el ojo izquierdo), ha sido recientemente capturado y está listo para ser enviado al Manhattan Island Prison. Sería la primera colaboración fílmica entre John Carpenter y Kurt Russell (la segunda en total después del filme para televisión “Elvis” sobre, bueno, Elvis), y en el actor Carpenter encontraría no solo su alter ego sino además un exponente perfecto para su tipo de dirección. En cuanto a sociedades en cine de género moderno van, tan solo Sam Raimi y Bruce Campbell lograron algo similar a la química de Carpenter y Russell, y la segunda pareja resultó mucho más versátil (sin ofensa alguna a Raimi y Campbell, que se perfilan como posibles víctimas de una próxima edición de Clases Magistrales). Pero más sobre todo esto más adelante.
A grandes trazos, ¿Cuál es la arrebatada historia detrás de “Escape From New York”? Escrita por Carpenter tras el escándalo de Watergate, el guión se sentó en su oficina por largo tiempo ya que las productoras consideraban la inversión demasiado arriesgada. Sin embargo, después del éxito de “Halloween” Carpenter firma un contrato por dos filmes con Avco-Embassy junto a su productora Debra Hill. Sin embargo, tras una segunda lectura encuentra el guión demasiado corriente por lo que trae a su amigo de la universidad Nick Castle (quien había hecho el papel de Michael Myers en “Halloween”) para que le de vida nueva al filme. El resultado es estupendo: Canibalismo, Minas y Big Band Jazz entran y salen del filme al igual que un gran número de personajes, acciones y objetos. Es todo un gran caos organizado al mejor estilo de “After Hours” de Martin Scorsese, pero ubicada en el futuro y con tendencias distópicas. Con un presupuesto de 6 millones de dólares (que, para el que haya seguido la trayectoria, era 5 millones más alto que su anterior) Carpenter se pone a la tarea de recrear Nueva York en un pequeño pueblo en Illinois y el resultado es de nuevo positivo en taquilla para el director: 25 millones en E.U., 50 en el mundo entero.
Por otro lado, ¿Cuál es la arrebatada historia de “Escape From New York”? El futuro comienza en 1988 cuando el crimen se dispara 400% en los Estados Unidos, y en la antes gran manzana se funda la prisión más grande del mundo: Manhattan Island Prison, donde la ley de la selva reemplaza la supervisión estatal que tan solo está presente para evitar que los reos escapen del infierno en el que habitan. Pero ahora es 1997, y hay problemas. El avión presidencial, bajo el nombre clave de David 14, ha sido secuestrado por el Frente Nacional de Liberación de América por motivos de fanatismo político y está siendo conducido hacia la destruida ciudad de Nueva York para ser destruido (¿ecos del 11 de Septiembre 20 años antes, quizás?), con la pequeña variación de que El Presidente (Donald Pleasance, haciendo mucho con poco) ha sido expulsado antes del choque y ha caído en la prisión con un maletín esposado a sus manos. Entra Bob Hawk (el habitualmente fenomenal Lee Van Cleef) que tras un fallido intento de rescate (que acaba con uno de los habitantes de Manhattan entregando a las autoridades el dedo cercenado del mandatario) llama a Plissken antes de que este entre a cumplir su condena para proponerle un trato. Su trabajo: Sacar al presidente de la prisión ileso con los contenidos del maletín en menos de 24 horas. Sus armas: Estrellas Ninja, una ametralladora con silenciador, un rastreador del presidente, un walkie-talkie, y un reloj que le dice cuanto le queda de vida y le permite mandar señales al exterior. Su recompensa: Libertad inmediata. Su castigo en caso de ineficiencia: La muerte. Hawk instala dos pequeñas cápsulas de explosivos (about the size of a pinhead) en las arterias del cuello de Snake que serán detonadas en el tiempo límite del rescate, así asegurando que no escape (de Nueva York) y emprenda camino hacia Canadá. Ah, y su opinión: When I get back I’m gonna kill you.
Snake Plissken es en muchas formas el personaje más definido que Carpenter llegó a crear en toda su carrera (o lo que va de su carrera, por lo menos). Ahora, mientras es válido decir que uno de los fuertes del director NO es crear personajes tridimensionales y realistas, SI es uno de sus fuertes la creación de personajes vívidos y memorables (como lo hace con lugares y ambientes). La mayoría de sus personajes están al borde del arquetipo (cuando no son, en efecto, el arquetipo en sí) pero funcionan por varias razones. La primera viene del talento de Carpenter para encontrar actores que logran llevar su material a un nivel más pragmático. Russell (y todo el reparto de “Escape From New York”) es un estupendo ejemplo de esto. Mientras la productora estaba intentando empujar a Charles Bronson y a Tommy Lee Jones por el papel, Carpenter, basado en su experiencia con Russell en “Elvis”, inmediatamente decidió a favor del último, quien estaba deseoso de romper con su imagen inmaculada (por años de trabajo en Disney) y probarse a si mismo como una presencia impactante y temible. Sin su actuación y sus matices, el filme falla. Los que nos lleva a la importancia de la presencia para Carpenter. Ya en “Halloween” había discutido como este factor es decisivo para la efectividad de Myers. Lo cierto es que aquel tácito impacto físico, aquella innombrable característica que simplemente presenciar nos trae, es la base, incluso el combustible, con el que avanzan las películas del director: Desde “Dark Star” hasta “Escape…” todos los héroes masculinos de Carpenter tienen esta cualidad: Plissken, el Dr. Loomis, Napoleon Wilson e incluso Talby son personajes que son complejos de imaginar sin sus contrapartes físicas. Para Carpenter, sus personajes no son más ni menos importantes que las acciones que cometen o que los mundos que les rodean. Y del mismo modo en que aquellos mundos no podrían funcionar sin los personajes que les habitan, los personajes no funcionarían sin aquellos mundos que les definen. Es un gran ecosistema del cine de género. Lo que deja que Carpenter traiga consigo características para personajes del cine de género. Sus héroes son anti-héroes. Estoicos, imperturbables, solitarios, maquiavélicos y fríos, son exponentes de hombres que han visto lo peor de la humanidad y a pesar de no querer redimirla, no tienen en sus planes salir de ella. La entienden, pero no la aceptan. Saben que tienen una labor que cumplir y la cumplen a cabalidad. La influencia del Western sobre Carpenter siempre ha sido clara, pero nunca tanto como en sus personajes.
En el caso particular de Snake Plissken hay además un resentimiento, un rechazo a la sociedad. Su respuesta inicial ante el trato de Hawk viene con desprecio a la nación que le había proclamado un héroe: I don’t give a fuck about your war or your president, dice Plissken con toda la calma del mundo. Para él, estar dentro o afuera del Manhattan Island Prison es lo mismo. Hawk es igual de corrupto y tramposo que cualquiera de los miles de reos en la prisión, solo que tiene poder. Una vez se resigna y acepta su trabajo, actúa veloz y sigilosamente. Nunca corre. Camina de lado a lado observando y actuando cuando no tiene más opciones (una de las escenas más potentes del filme ocurre cuando Snake está en uno de los lugares más oscuros de la ciudad y una grupo de punks está preparándose para violar una chica inconciente. Snake simplemente sigue avanzando, su compás moral tan inteligible como siempre). No hay que olvidar que “Escape…” es una carrera contra el tiempo y contra la noche, que son temas que han obsesionado a Carpenter desde el comienzo de su carrera. Así que la imagen de Snake caminando parsimoniosamente mientras fuma al avión que le va a llevar a su posible muerte es más que una imagen fascinante: Es una perfecta descripción del estado de mente del personaje.
Así, Plissken se infiltra en la ciudad destruida, aterrizando su avión sobre el techo del World Trade Center, y baja para encontrar en Nueva York su misión más compleja. Por supuesto que no voy a revelar lo que ocurre, ya que allí yace el alma del filme. Claro está, Plissken conocerá aliados, (Ernest Borgnine, brillante, hace las veces de Cabbie y Harry Dean Stanton hace las veces Brain, un viejo conocido) se enfrentará a enemigos (uno particularmente desquiciado en The Duke, el gran Isaac Hayes en uno de sus pocos papeles fuera de Chef en “South Park”) y buscará la manera de salirse con la suya. Lo cual, a la larga, tanto él como Carpenter lograrán.
“John Carpenter’s The Fog” comienza con John Houseman (el famoso profesor Kingsfield de “The Paper Chase”) cubierto de pelo facial blanco y una gorra azul de capitán contando historias de terror del mar a un grupo de niños que le escuchan. Entre estas figura la historia de La Niebla, que cubre a una embarcación y causa su naufragio y la muerte de todos sus tripulantes. ¿La fecha? 21 de abril, 1880. ¿El navío? El Elizabeth Dane. Por supuesto que no es un momento gratuito y la historia no es tan sencilla. Se trata después de todo, del filme de fantasmas de Carpenter y con él viene todo tipo de eventos, desgracias y alegrías. No se trata de su mejor filme (ni siquiera su mejor fracaso), pero para aquel que le tenga cariño al género o aquel que haya seguido la transición fílmica del director, se trata, en sus propias palabras, de un clásico menor del horror.
Bueno, quizás clásico no es la palabra adecuada. Ahora, no piensen mal, cuando “The Fog” funciona es efectiva, desde moderadamente efectiva hasta extremadamente efectiva. PERO, el problema radica menos en su maestría técnica y más en el hecho de que “The Fog” no tiene mucho sentido. Sí, es cierto que no tiene mucho punto juzgar el cine de terror bajo parámetros tan extremistas (“Zombi 2” de Lucio Fulci, después de todo, se esmera en ser ilegible pero es un clásico del cine B). Sin embargo, el problema no es que “The Fog” no sea creíble (no importa sí lo es) sino que no sabe muy bien que quiere ser. O que es. Y por momentos parece ser dos películas embutidas en una.
All that we see or seem but a dream within a dream.
Escrita por Debra Hill y Carpenter, “The Fog” comienza con dicha frase de Edgar Allan Poe y las historias del Sr. Machen (Houseman) pero pronto evoluciona a la historia de un pueblo entero, Antonio Bay, en su centenario (que se celebra el 21 de abril de 1980. ¿Coincidencia?). Conocemos a varios personajes comenzando por el padre Malone (el habitualmente grandioso Hal Holbrook) y su ayudante (el director en un breve cameo) que descubre entre las paredes de la vieja iglesia el diario de su abuelo donde esté explica el pasado turbio del pueblo. Conocemos también a la joven madre Stevie Wayne (Adrienne Barbeau, haciendo las veces de heroína y esposa de Carpenter al mismo tiempo) dueña de la estación de radio que emite desde el faro al lado de la bahía y a su hijo Andy, que no solo está entre los espectadores de Machen sino además encuentra en la playa un viejo pedazo de madera con la palabra “Dane” sobre él (que más adelante es la fuente de la mejor secuencia del filme, apropiadamente espeluznante). Está Kathy Williams, la matriarca del pueblo, (Janet Leigh haciendo las veces de homenaje a Hitchcock) y su ayudante Sandy (Nancy Loomis, en su tercera colaboración consecutiva) ocupadas con los preparativos del centenario. Está el inversionista marino Nick Castle (Tom Atkins) y su fácil novia autoestopista Elizabeth (Jamie Lee Curtis, repitiendo y ahora con su madre), está el meteorólogo Dan O’Bannon (Charles Cyphers, por la tripleta) y el Doctor Phibes (Darwin Joston de “Assault On Precinct 13”, pero enmarcado con gafas). Todos estos personajes se ven afectados por fuertes temblores, vidrios rotos, una densa niebla y la muerte de algunos vecinos desde medianoche hasta la una. En el transcurso de una hora y media sabremos que trae consigo la niebla, quien sobrevivirá y cual es la verdadera historia del pueblo. Lo que suena todo bastante tradicional e incluso esperado, pero en el camino Carpenter nos esconde sorpresas tanto satisfactorias como desagradables.
La menos placentera viene de lo genérico que acaba siendo el resultado final. La película resulta incómodamente predecible en su mayor parte y por momentos parece ser el producto de un estudio y no de un auteur, que Carpenter sin duda alguna lo es. A pesar de los estupendos resultados cosechados por su primera colaboración, Hill y Carpenter deciden en esta ocasión entrar a la violencia gráfica con mucho más detalle. Apuñalamientos y empalamientos son puestos en escena con frecuencia con una sospechosa falta de sangre, pero con el sonido para respaldarlo. Por supuesto que no tengo nada en contra del gore, pero las razones no son la mejores para usarlo en “The Fog”. ¿De que razones hablo? Bueno, básicamente la película tuvo un recibimiento problemático por su director, que al ver un primer corte del filme lo sintió incompleto y flojo. Así que se dedicó a rehacer escenas y agregar otras (incluyendo la aparición de Houseman) y se enfocó en agregar violencia gráfica para competir con el ya violento mercado. El resultado monetario fue un éxito, aunque no de la magnitud de “Halloween”. Hecha con un presupuesto de 1 millón de dólares (que igual más que triplicaba su presupuesto anterior) recuperó la inversión y 20 millones extras, pero aquello no quita de las fallas de la obra: El guión tiene serios problemas de personajes. De hecho, la presencia de un personaje principal es nula, y solo tenemos personajes secundarios vagamente definidos (la mayoría rayan en el estereotipo). Aunque esta parece ser la intención de Carpenter y Hill y es una estrategia que ha dado frutos extraordinarios antes y después (que lo diga Robert Altman), en el caso particular la estructura no resulta particularmente cohesiva o interesante. Lo que nos lleva a otra gran falla: si los personajes no nos motivan ni emocionan, es en gran parte porque el resultado final que vemos hoy día está compuesto en un tercio por la segunda filmación emprendida por Carpenter después de ese primer corte. “The Fog” se debate entre ser una historia de fantasmas más hacia lo fantástico (capitulada por la narración de Machen) y un slasher film en su más pura forma. Es un filme dividido contra sí mismo.
Lo que no nos impide disfrutar de la maestría del director, ya hecho y derecho, en acción. Incluso sus fracasos traen consigo un aura fascinante (y en este caso, secuencias escalofriantes). “The Fog” funciona por segmentos, si no como una obra en su totalidad. El trabajo de Holbrook y Houseman es estupendo, haciendo de sus escenas personales pequeñas obras maestras diseccionadas. La primera noche en que la niebla ataca es admirable, no solo por el racionamiento de presupuesto que ha caracterizado a Carpenter en su carrera, sino por su impecable sentido del suspense, que desafortunadamente acaba empapado de tripas.
Lo que les deja con dos opiniones parciales, las cuales no comparto en realidad. Una de ellas, que no me gusta este filme. Falso, solo que he venido a esperar bastante del director, y cuando no logra éxito en todos los niveles, es decepcionante (aunque igual interesante: algo que nunca será es aburrido y gracias a dios por eso). Lo que no significa que no la haya disfrutado (Que sí lo hice. Después de todo, ¿cada cuanto puedo ver historias de piratas fantasmas sin Johnny Depp?). La segunda, que estoy en contra del gore. Que no lo estoy (una referencia a Zombi 2 debería ser suficiente). Pero sí queda alguna duda de que está segunda (y falsa) opinión, basta con ver “The Thing”, que revisaré pronto. No es que no me guste la violencia gráfica llevada hacia el extremo, solo que se que Carpenter la puede usar como uno de los mejores (que, en mi opinión en esta ocasión verdadera, lo es).
Hay algo distinto en “Halloween” desde los créditos iniciales, algo que nos dice que John Carpenter ha pasado la página y comenzado en una nueva. Por supuesto, puede que sea la reputación que la precede (se trata después de todo, de la madre de todos los slasher films norteamericanos de la década de los 80 en adelante, incluyendo toda la saga de “Friday The 13th” y la saga de “Halloween” en sí misma) o quizás las fallas de “Dark Star” y “Assault On Precinct 13” son más aparentes con el tiempo. Pero esta es la quinta vez que veo “Halloween” y lo único que puedo decir es que su poder sigue intacto, es cada minuto tan escalofriante como la primera vez que la vi. Resulta un poco solipsista usar mi historia como enganche, cierto, pero debo decir que a pesar de ser criado en los 90 “Halloween” (junto a “The Shining”, “Alien” y “Killer Klowns From Outer Space”) es un filme que marcó mi infancia a pesar de ser más de una década mayor que yo. ¿Y hoy en día? “The Shining” se ha transformado en un gusto más académico, “Killer Klowns From Outer Space” se ha transformado en una maravillosa curiosidad de culto y mi feudo con el descontrolado Ridley Scott ha hecho que “Alien” haya sido visto tan solo una vez más desde la primera ocasión en 1999. “Halloween”, por otro lado, sigue siendo una película de terror pura y simple. Y es allí donde yace su encanto. No necesita más defensa que la siguiente: “Halloween” asusta. Y bastante.
Ahora podría entrar en el porque el cine de terror está cada vez más predispuesto a asquear y luego desensibilizar que asustar, su propósito original, y de cómo lo más irónico del asunto es que el mismo Carpenter (como visto en el párrafo anterior) es uno de los responsables de esa evolución (o devolución, quizás), pero eso sería el tema de otro ensayo. Sin embargo, con ansias de redimir al director debo culpar a otros, menos por su escogencia de influencias y más por el modo y la razón de usarlas. La razón: Dinero rápido. Pocas películas estallaron a finales de los 70s como “Halloween” lo hizo: 320,000 dólares de presupuesto (presupuesto pequeño al que Carpenter estaba más que acostumbrado) y una idea bajo el nombre de “The Babysitter Murders” rápidamente cambió para convertirse en 60 millones de dólares y una de las películas cánones del cine de terror moderno. El modo: Muchos tomaron su premisa como una fórmula (chicas virginales siendo atacadas por un asesino) pero fallaron en ver que la película de Carpenter era exitosa por razones muy ajenas a su sencilla historia.
“Halloween” comienza el 31 de octubre de 1963 en Haddonfield, Illinois. Se trata de un plano-secuencia desde el punto de vista de un niño disfrazado de payaso. Durante 4 minutos y 10 segundos vemos todo lo que ve: Su hermana y su novio se besan en la sala, suben y apagan las luces, su preparación para lo que viene (un cuchillo y una máscara), el asesinato, su salida del cuarto y de la casa, y finalmente su encuentro con sus padres desconcertados. Es allí cuando vemos brevemente su rostro inexpresivo por primera vez: ¿Michael? De allí pasamos a Smith’s Grove, 1978. El Dr. Sam Loomis (interpretado con delicioso pesimismo por el gran Donald Pleasence) va en carro junto a una enfermera hacia la institución psiquiátrica donde Michael Myers ha sido hospedado desde el brutal evento. Al llegar a las puertas del lugar, una de las más temibles imágenes del filme aparece: Los pacientes mentales en batas blancas sueltos bajo la lluvia. El sentido es claro (y esclarecido aún más cuando un paciente toma el auto en el que vienen a la fuerza): Michael ha escapado.
Y así estamos una vez más en Haddonfield, a donde Michael ha vuelto para revivir la noche de hace 15 años. Nuestra heroína es presentada: Laurie (la pronto icónica Jamie Lee Curtis, estupenda) va camino al colegio donde va a encontrarse con sus amigas, pero antes debe hacer una parada. Su padre, un agente de bienes raíces, está vendiendo la casa Myers. De este modo, Laurie se gana un observador. En clase su profesora dice: Destiny is a very real concrete thing every person has to deal with, así prediciendo lo que va a ocurrir en la noche. Laurie mira hacia la ventana distraída y encuentra a un hombre de rostro muy blanco que le mira de lejos.
Es por supuesto el rostro que se convertiría en un símbolo del cine de terror. Pero su primera encarnación es la más aterradora de todas: The Shape (más adelante en la saga Michael Myers a secas) no es tanto un hombre como una presencia tácita. La mayor parte del tiempo solo observa. Simplemente está ahí, mirando y esperando. Aparece y desaparece. Solo existe. Pero desde que aparece en cuadro por primera vez es una presencia disruptiva. Hay algo sobre su físico que le hace aterrador, y podría ponerlo en términos propios pero el Dr. Loomis lo hace mucho mejor: I met this six year old child with this pale, blank, emotionless face and the blackest eyes. What was living behind those eyes was purely and simply evil. Su falta de expresión y su falta de un motivo aparente para atacar le hacen una presencia maléfica en el peor (y en nuestro caso mejor) sentido de la palabra. Nuestro miedo viene no de lo que vemos sino de lo que no vemos, por ende lo que solo intuimos.
Carpenter nos demuestra toda su experiencia exponiendo la maestría y talento que antes eran como diamantes en bruto (metáfora brusca para el tema). Su manejo del tiempo y la tensión nunca habían sido mejores. No existe en el filme un solo paso en falso: los movimientos de cámara son al mismo tiempo voyeuristas y suntuosos. El hecho de que el filme ocurra en una sola noche hace del manejo de su timing algo aterrador, comenzando por pequeñas muestras y encuentros bajo la luz del sol y acabando por un infierno de persecución en lo más oscuro de la noche. Todo esto auxiliado por una banda sonora estupenda (compuesta, como no, por el mismo Carpenter) que nos recuerda al uso del sonido en “Suspiria” de Dario Argento. Carpenter la usa como arma, pero no la abusa en ningún momento. Se trata de un vibrante tono que aparece y desaparece para ponernos los pelos de punta, del mismo modo en que lo hace el asesino. En cuanto a sus influencias no podrían ser mejores: el cine de Alfred Hitchcock, en especial “Psycho”, con la cual comparte más de una característica.
Lo que nos lleva a las razones por las cuales “Halloween” es exitosa donde muchas que le siguieron fallaron. Es un filme donde el suspenso es lo más importante. Del mismo modo que en “Psycho” la violencia gráfica es escasa: la presencia de sangre y tripas (o gore que llaman) inexistente. Pero además hace que creamos en sus personajes: Laurie es una heroína real por quien sentimos. Nos importa que escape al final de la noche. Loomis encuentra en Michael la labor de su vida, la de mantenerle al margen de la sociedad, pero esto toma un peso que a veces no puede soportar. La psicología y el análisis barato de lo que hay detrás del filme han obscurecido sus motivos (hay quien dice que “Halloween” es un cuento moralista ya que sus víctimas insisten en follar y drogarse y por esto acaban bajo el filo de un cuchillo, que “Halloween” es una justificación de misoginia y una celebración del machismo y que “Halloween” es una película que hace de las mujeres héroes y por ende es feminista) y aunque puede que todos tengan un poco de razón, los motivos de la película son totalmente distintos. Es un filme totalmente sensorial. Y el cine, después de todo, es un placer sensorial, solo que olvidamos esto ocasionalmente en vista de academizar y sintetizar. Basta con devolver el filme un par de escenas en el DVD o un par de minutos en VHS y entregarse totalmente a las emociones que nos cubrirán por la próxima hora y media de entretenimiento. Lo que al mismo tiempo es contradictorio, porque “Halloween” no es solo entretenimiento, pero esa es irónicamente la mejor manera de disfrutarlo. Complejo. Suspiro.
Datos curiosos: El guión de Carpenter y su pareja de entonces Debra Hill (también productora) está lleno de pequeños trozos de sátira: el diálogo femenino escrito por Hill, está lleno de acotaciones de adolescente: I hate a guy with a car and no sense of humor. Totally. Dos personajes son nombrados en honor a Hitchcock: Tommy Doyle (el hermano de una de las víctimas) hace las veces del policía de “Rear Window” mientras Loomis es una clara referencia al personaje de “Psycho” interpretado por John Gavin. Todo esto sin mencionar que Jamie Lee Curtis es la hija de Janet Leigh. El Sheriff del pueblo y padre de una de las chicas (Charles Cyphers, actor fetiche del director) se llama Leigh Brackett, de nuevo homenajeando a la guionista de “Río Bravo”. El filme que da la televisión en noche de brujas es “The Thing” de Howard Hawks que más adelante sería re-imaginada por el mismo Carpenter (este tema será tocado más adelante, pero debo adelantar que será un gran cumplido compuesto de varios párrafos, un poco como el presente) y el disfraz del mismo Tommy es el de astronauta, haciendo referencia a su anterior “Dark Star”. ¿Cómo sabemos que aun estamos en los 70s? Pantalones bota-campana. La máscara de Michael Myers es de William Shatner, más específicamente del Capitán Kirk, así que “Star Trek” en su versión televisiva aún era famosa.
Conclusión. Todo lo dicho antes, datos, juicios y opiniones (e incluso el mismo filme) no tiene valor a menos que entiendan algo. Lo que le hace de “Halloween” algo único es la pasión que consume a Carpenter. Es una pasión que rebosa en cada plano, y ha ocurrido del mismo modo desde su primer filme solo que ahora (ahora haciendo las veces de 1978) el director sabe como invertir su energía más efectivamente. Pero nunca ha perdido de vista que el cine es una profesión de amor. Amor por lo que se cree. Suena cursi, pero más que nada es optimista.
Influencias, influencias. Tan sólo 2 años después de dirigir su influencial “Dark Star” Carpenter pondría sus vistas en el homenaje. Si su primera obra era una seminal pero desconocida aventura en el espacio, su segunda sería el cruce entre un western moderno (moderno siendo la ciudad de Los Angeles en los años 70) y una primera excursión en el campo del terror (en el largometraje, ya que ciencia-ficción y horror habían sido temas fundamentales de sus cortos universitarios). Por supuesto que acabaría siendo una fuerte influencia en sí misma: llamada una de las mejores películas de acción de la década (género en el cual entra y sale constantemente en el transcurso de sus 91 minutos), calidamente acogida por el público y la crítica Europea donde fue recibida como una de las mejores películas del año en el Festival de Londres (es además una de las películas favoritas de Edgar Wright y Simon Pegg que le pagan tributo ocasional en la gran “Hot Fuzz”) e incluso re-imaginada en dos ocasiones distintas por directores franceses (Florent Emilio Siri, “The Nest”, y Jean-Francois Richet bajo el mismo nombre).
Lo cual es en general bastante destacable de un film que es en sí la re-imaginación de otro film que es una gran influencia en sí mismo: “Rio Bravo” de Howard Hawks. La intención original de Carpenter, de hecho, era filmar un western, pero desafortunadamente “Dark Star” no había sido suficiente para poner su nombre entre la lista de confianza de Hollywood, lo que le dejó con un ingeniero de Filadelfia para hacer las veces de productor. ¿Su presupuesto? 100,000 dolares, 40,000 más que en su intento anterior, pero con la misma libertad de hacer lo que quisiera. ¿El resultado? Carpenter decide trasladar su premisa original (una variación sobre “Rio Bravo”) a la modernidad. En el famoso western de 1959, John T. Chance (el perenne John Wayne y el seudónimo usado por Carpenter a la hora de editar su película) arresta a el peligroso Joe Burdette y tiene que enfrentar al ejercito de su hermano Nathan con la sola ayuda de un viejo y cojo carcelero y un alcohólico en rehabilitación, a quien se añade una hermosa viajera, los encargados del hotel local y un joven pistolero. ¿La modernización? El recién ascendido teniente Ethan Bishop (un estupendo Austin Stoker) deberá defender una desolada estación policial con la ayuda del peligroso criminal Napoleon Wilson (un igualmente estupendo Darwin Joston) de una letal pandilla local que busca un hombre que se esconde en el precinto.
Por supuesto que la trama es más compleja en ambos casos. En el que nos concierne Carpenter comienza su película con una estructura que desarrolla tres vidas en paralelo: La primera es la del Teniente Bishop (nombre que en el remake de Richet iría aplicado al criminal y no al policía), un joven hombre de raza negra a quien en su primera noche tras su ascenso le es encargada la supervisión de una pronta a ser desalojada estación de policía en Anderson (lugar definido por el filme como A Los Angeles Guetto) donde habrá de pasar la noche junto a las secretarias Julie (Nancy Loomis de “Halloween”) y Leigh (Laurie Zimmer en el tradicional estilo actoral de “menos es más” de Carpenter) y el oficial Chaney (Henry Brandon). Segunda en la lista está la de Napoleon Wilson (Joston canalizando a Charles Bronson en “Once Upon A Time In The West”, reemplazando su harmónica con la muletilla “Got a smoke?”), que está siendo llevado al lugar de su pena de muerte por el oficial Starker (uno de los actores fetiche del director, Charles Cyphers) junto a un par de prisioneros, el pesimista Wells (Tony Burton) y el enfermo Caudell (Peter Frankland), una línea de eventos que Andrew Davis tomaría prestada para “The Fugitive”. La tercera vida, haciendo las veces de catalizador de la historia, concierne a Lawson (Martin West) y a su hija (Kim Richards) que en busca de su niñera en Anderson, acaba en tragedia que a su vez desemboca en una tragedia aún peor.
Lo que nos da pie para hablar de lo que es el comienzo de “Assault On Precinct 13”: Carpenter toma 40 de los 91 minutos de duración de su filme para establecer las reglas del juego. Sin embargo, a medida que pasa el filme (y pasa muy rápido, símbolo de lo auténticamente divertido que es) nos damos cuenta que ninguna escena sobra y cada plano que pasa aumenta la tensión y las apuestas de una manera u otra. Tomemos por ejemplo el heladero de Anderson (por qué un heladero escogería esa como su ruta corporativa escapa a mi razonamiento) que ronda el barrio en busca de clientes pero en su lugar encuentra un grupo de hombres que ronda las calles en un auto negro. Ambos autos cruzan caminos. El heladero les mira y estos le miran de vuelta. Pero su primer cruce inofensivo funciona como una predicción de lo que viene mas adelante. Cada vez que se pasan el heladero pone su mano sobre un revolver que tiene bajo el timón y los integrantes del carro negro, los miembros principales de la pandilla Street Thunder (nombre que no resulta particularmente apropiado), apuntan tras los vidrios una ametralladora automática, pero la balacera nunca ocurre de la manera en que lo esperamos. Carpenter tiene otras ideas en mente y usa la distracción de manera perfecta: todas las que nos hacemos frente a este probable enfrentamiento nunca se materializan, pero se materializa lo peor que podía pasar con los elementos presentados. El director nos da un golpe que es emocionalmente más fuerte para el espectador no solo por frialdad a la hora de atestarlo, sino porque es totalmente inesperado. Es así que Carpenter bautiza con sangre uno de los mejores comienzos del cine de género, rompiendo una de las reglas doradas del cine comercial: Matando a una niña.
Y esto nos lleva a la pandilla. La segunda gran influencia sobre la obra es la importantísima “Night Of The Living Dead” de George A. Romero de quien Carpenter toma los villanos (no físicamente, los miembros de Street Thunder no podrían estar más vivos ni más activos). Se trata de un grupo de individuos que no tienen nada que perder. Sus acciones no están justificadas por odio o emoción, simplemente son sombras chinescas armadas hasta los dientes. Pero son mucho más que eso. El concepto explicado en el film de Romero por un periodista es que “Es un grupo de asesinos que matan sin razón” no tiene nada que ver con el zombie moderno o con el individuo invencible del terror. Tiene que ver con la presencia del mal en su estado más puro. Sus acciones son terroríficas no por la violencia que traen consigo, sino por la falta de lógica que hay detrás de ellas. Julie pregunta “¿Porque alguien dispararía contra una estación de policía?” y Barbra (en la película de Romero) pregunta “¿Qué es lo que está pasando?”, y las dos se encuentran particularmente desesperadas porque fallan en ver el sentido en las acciones de los respectivos antagonistas. Nada es más temible para ellas (y en general para las personas) que aquello que no entendemos.
Hay referencias más pequeñas regadas por todos lados, sin embargo. La secretaria Leigh (que hace las veces del personaje Feathers de Angie Dickinson) es una referencia a la guionista Leigh Brackett de “Rio Bravo”, el protagonista es de raza negra del mismo modo en que lo era Duane Jones en “Night Of The Living Dead”, el got a smoke? de Wilson es una referencia a que todos fuman en la casa asediada por zombies.
Pero de todas las conclusiones que pueden salir después de ver “Assault On Precinct 13”, nombre que por cierto es errado ya que los personajes se encuentran en el precinto 9, división 13 (error atribuido a la productora que encontró el título seductor), es que Carpenter es un director que existe mucho más para ser una influencia que para pagar tributo. La influencia más grande sobre su segundo filme y el resto de su carrera, a pesar de que no lo parezca, es su primer filme y el resto de su obra. Carpenter no es lo suficientemente ególatra para hacer demasiadas referencias a sí mismo, pero su estilo y sus obsesiones son tan potentes que acaban tomando el control de cada segundo, cada cuadro de su trabajo. El diálogo del director está dotado de una rapidez y frescura que el mismo Howard Hawks le vería con buenos ojos, algo que sin duda sacó de que “Dark Star” fuese una comedia. Por ejemplo, Leigh le ofrece café a Bishop: Black? For over 30 years. Carpenter vuelve a tomar control sobre la música, esta vez con mucho más éxito ya que es el pegante que adhiere todo lo que hay en pantalla (sigue siendo remarcablemente 70s, junto a los afros, chalecos, camisetas sin mangas y el uso de patillas) y en adición nos confirma todo lo que tan solo había sido sugerido en su primer intento: el uso del tiempo (y del timing, subsecuentemente) ahora se aplica durante toda la película con Carpenter usando la hora real como termómetro de la situación.
Habrán notado que no he hablado sobre el nudo ni el desenlace. Esto es porque, aquí viene, el comienzo de Carpenter es tan bueno que el resto del filme palidece en comparación. Una vez que el juego comienza entre los que están adentro y los que están afuera la tensión baja (un presupuesto tan bajo desgraciadamente no ayuda la credibilidad de la situación) y los músculos se relajan. No es para nada insoportable, pero resulta un poco triste a la hora de pensar en las posibilidades del escenario. Hay momentos grandiosos, como el escape de Wells (cuya resolución sería repetida más tarde por el director en “They Live”) o el descubrimiento de una patrulla de un operario de teléfonos, pero algo se ha escapado en el transcurso.
En “Halloween”, tan solo 2 años luego, Carpenter encontraría el balance perfecto en su ecuación de tiempo y emoción. Pero no por eso deberíamos ignorar esta pequeña joya de género: aun con sus defectos, es el trabajo de alguien que arriesgaba todo lo que tenía por amor al cine.
¡Ah, John Carpenter! Máscaras de William Shatner, guardianes asiáticos del infierno y estómagos que abren sus fauces para desmembrar doctores. Pero ya habrá tiempo para descubrir su estupenda parafernalia de violencia.
“Astronauts are all supposed to be mentally stable.”
Resulta por lo menos curioso que la primera película del auteur de terror (lo cual es simplificarlo demasiado, lo acepto y lo lamento) sea una comedia. Por supuesto, no se trata de una comedia cualquiera ya que contiene astronautas barbados, bombas y naves parlantes y criogenia. Escrita por Carpenter y Dan O’Bannon (escritor también de “Alien” y “Total Recall”, director de “The Return Of The Living Dead” y uno de los muchos encargados de efectos especiales de “Star Wars”, que por cierto toma prestados un par de efectos de acá) y filmada por míseros 60,000 dólares, “Dark Star” cuenta la historia de cuatro viajeros espaciales (Doolitle, Pinback, Boiler y el solitario Talby) cuyo trabajo es rondar el universo destruyendo planetas inestables para crear galaxias habitables.
¿Sus problemas? Más de la ocasional tormenta de asteroides: Llevan 20 años rondando el cosmos (que se traducen en tan solo 3 años de vida física) y tienen una demora de 10 años en comunicación con la tierra, hay una fuga de radiación en la nave, su capitán murió en un accidente y fue congelado criogénicamente en uno de los cuartos de la nave. Un extraterrestre que tienen de mascota les hace la vida miserable cada vez que puede (extraterrestre que consiste de una bola de playa maldita que rebota de lado a lado) y una falla eléctrica hace que una bomba se active cada vez que puede.
Este tipo de detalles son los que hacen de “Dark Star” un experimento tanto fallido como valioso. Fallido porque la película no funciona totalmente ni como comedia ni como ciencia-ficción. Para empezar hay una presencia de los 70s en cada plano del filme: está la música de sintetizadores (compuesta como siempre por el mismo Carpenter), las barbas al estilo de Jerry García, las revistas eróticas de 5 centavos. Los actores no son particularmente brillantes tampoco (el mismo O’Bannon hace el papel de el molesto Pinback y se rumorea que el acento de Dre Pahich (Talby) era tan complejo que el mismo Carpenter tuvo que doblar todos sus diálogos), pero el interés del egresado de USC por el minimalismo emotivo en este campo se hace evidente desde el comienzo (minimalismo que Kurt Russell llevaría a su máximo esplendor en sus colaboraciones con el director). A esto se suma que los personajes son particularmente unidimensionales y la falta de una estructura cohesiva o una lógica narrativa (que en casos más tardíos en la carrera del director funcionaron a su favor, como en “Big Trouble In Little China”).
Sin embargo, la razón por la cual la película falla en tantos niveles es porque su creador es demasiado ambicioso (tanto que es difícil señalar que diablos es el producto final) lo cual es en cierto modo lo que le otorga el valor al filme. Carpenter y O’Bannon (también encargado de efectos especiales) usan tan bien su reducido presupuesto que es imposible no maravillarse con secuencias del filme. Las mejores escenas ocurren cuando el filme se adentra más allá de la comedia física y cuando pone en juego la sanidad de sus personajes: Doolittle, que se auto-designó el capitán de la nave tras la muerte del antiguo capitán Powell recuerda que su actividad favorita era surfear en Malibú pero no recuerda su nombre de pila. Pinback nos muestra su diario grabado y sus cambios físicos y mentales de un agresivo tripulante a un sumiso bromista. Talby está obsesionado con los asteroides Phoenix (que viajan por todo el universo y cambian de color) y se rehusa a salir de su cúpula donde puede ver en sus palabras “todo lo que ocurre”. Boiler pasa el tiempo libre jugando con una navaja y fumando tabaco. Y el mismo Powell solo tiene una incógnita al salir de su letargo: “¿Cómo van los Dodgers?”
De todo el filme una secuencia en particular nos deja ver el inconfundible estilo y sentido del timing de Carpenter (curiosamente la escena más pretenciosa): Doolitle sale de la nave para dialogar con la bomba No. 20 para hacerle cambiar de parecer (e impedir que estalle) pero acaba convenciéndole a través de racionalismo (contra el empiricismo radical de la bomba) de que es un Dios. La carrera contra-reloj nos recuerda que el cine en gran parte es una carrera contra el tiempo. ¿Tenemos el tiempo suficiente para dejar al espectador satisfecho? ¿Cuánto debería durar una película? ¿Cuánto un plano?
El cine de género entre el cual Carpenter encontraría su nicho más adelante vendría a pulir su talento y su creatividad desbordada y a responder muchas de estas incógnitas. Su opera prima, sin embargo, funciona como una predicción de su prolífica carrera por venir (su manejo de los bajos presupuestos le traerían frutos tanto en “Assault On Precinct 13” como en “Halloween”) como del futuro de los filmes de Ciencia-Ficción (O’Bannon tomaría prestado tanto del guión en “Alien” como de sus efectos en “Star Wars” y la reciente “Moon” funciona casi como una re-imaginación de la premisa original). Finalmente, por negativo que parezca este escrito (que no lo es), lo cierto es que no puedo esperar a hacer la siguiente nota, y ver la evolución de Carpenter de recursivo estudiante de cine a uno de los mejores directores de su época. Así que sin más:
“When you hit the atmosphere you’ll start to burn. What a beautiful way to die.”