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Tony Scott: The Hunger (1983)

Monkey Shines!

El director británico Tony Scott es probablemente más reconocido en el mundo como el director de “Top Gun”, aquella popular película sobre aviones y homosexualidad que hizo de Tom Cruise la más grande estrella del planeta por un rato largo. Quizás algunos apunten hacia “True Romance”, aquella película con guión de Quentin Tarantino en la cual Christian Slater habla con un Elvis imaginario y seduce a Patricia Arquette. ¿Qué tienen en común estos filmes? Excesivos, violentos y llenos de testosterona, ambos son ejemplares de un director de obras grandes y ruidosas, cuyas influencias parecen provenir menos de sus compatriotas ingleses y más de sus empleadores norteamericanos. ¿Pero su debut cinematográfico? Es el caso de “The Hunger”, que a pesar de estar basada en la novela del mismo nombre escrita por Whitley Strieber, comparte mucho más con “Carmilla” de Joseph Sheridan Le Fanu, una pequeña novela corta que precedió al “Drácula” de Bram Stoker por 25 años (lo cual pone su año de publicación en 1872). Pero “The Hunger” tiene tantas influencias como cortes en montaje (tema en el que ahondaremos más adelante), y estas incluyen desde las producciones antiguas de la Hammer hasta el sexploitation setentero de vampiresas lesbianas (especialmente “Vampyros Lesbos” de Jesús Franco).

Pero el filme no funciona como homenaje ni como copia, y a la hora de entrar en materia, tampoco funciona como película de terror dado que, bueno, en realidad no asusta ni tensiona demasiado. Pero esto no quiere decir que el filme sea un fracaso, todo lo contrario, se trata de un de un suntuoso trabajo fotográfico y de una muestra bastante seductora del potencial, problemas incluidos, que tenía el joven director. El resultado final es similar al personaje principal: a pesar de no tener mucha sustancia, su estilo y su belleza acaban por seducirnos (desgraciadamente, la seducción no acaba en inmortalidad, pero sí deja un buen rango de material onanista).

“Are you making a pass at me, Mrs. Blaylock?”

¿Quién es esta seductora, superficial y hermosa protagonista? Se trata de Miriam Blaylock (Catherine Deneuve), una inmortal vampiresa bisexual proveniente de Egipto que pasa sus noches en sórdidos clubes de Post-Punk neoyorquinos (Bauhaus toca tras las rejas de uno en la escena inicial) en busca de alimento. Junto a ella su pareja desde hace un par de siglos, John (David Bowie, que habría podido ser actor de tiempo completo), los dos vestidos totalmente de negro y usando gafas oscuras seducen a una joven pareja de seudo-punks que desnudan y degollan con sus collares en forma de Anj. Pero John se empieza a sentir débil: no puede practicar el cello junto al piano de Miriam, su pelo empieza a caerse en sus manos y manchas descoloridas aparecen en su rostro. Y para colmo de males, el hambre de sangre se vuelve cada vez peor.

Anjs!

Conocemos así a la Dra. Sarah Roberts (Susan Sarandon), una científica que trabaja con monos y enfermos de progeria en busca de una cura contra la vejez, a quien Miriam ve en un programa de televisión e inmediatamente desea. John le visita por su lado, en busca de una escapatoria a su inevitable condición, pero la doctora le ignora y John se ve acorralado por el tiempo y la sequía. Tras cometer un horrible crimen final, John colapsa en su hogar y pide a su amada que le quite la vida, pero esta, a pesar de su tristeza, le carga hacia el sótano donde le encierra en un ataúd de madera junto a varios otros ataúdes que contienen a sus otros amantes del pasado, ninguno muerto mentalmente pero todos atrapados en sus cuerpos en descomposición. La Dra. Roberts aparece en la casa en busca de John, pero en su lugar encuentra a la hermosa Miriam quien le seduce y le muerde luego de un largo coito lésbico.

¿Venusian Vampire Vixens?

La historia definitivamente no es el fuerte del filme, avanzando poco en narrativa, siguiendo líneas temáticas intrascendentes y usando un ritmo parsimonioso que poco beneficia el estilo definido de dirección de Scott (a pesar de que sí beneficia la historia de John, de lejos la más trágica y la más lograda de todas). No obstante, hay un par de elecciones bastante interesantes a la hora de tratar con el vampirismo: Primero está el concepto de “El Hambre”, que a la larga no es de sangre sino de juventud. No sólo esto, Scott escoge además entrecruzar los ataques de Miriam y John con imágenes de los simios de la Dra. Roberts, así llevando el hambre de inmortalidad a la lógica más primal existente. Bastante original resulta también el manejo del director de la abstinencia, haciendo de la reacción física una similar a la abstinencia en adicción a la heroína. Finalmente está el manejo del sexo, que al mezclarse con la transmisión de sangre, hace de la mordida algo mucho más consensual y erótico que algo agresivo.

Pero estos pequeños detalles palidecen gracias al hecho de que la historia es algo ridícula. La mezcla de la contracultura ochentera de los Estados Unidos con el vampirismo no es una idea particularmente cohesiva, y el arte gótico no ayuda en este aspecto de unidad. No solo esto, la narración está llena de huecos y deus ex machinas comienzan a aparecer con preocupante frecuencia a medida que avanza el filme (el final, que involucra momias, es atroz). Pero es visualmente donde el filme es auténtico y extraordinario. Trabajado por Stephen Goldblatt (que ha trabajado con Joel Schumacher, Francis Ford Coppola y Mike Nichols), la película está compuesta principalmente de planos muy cerrados y planos muy abiertos, y usa la oscuridad como un marco para los personajes que retrata de forma romántica. Los desnudos, vale la pena indicarlo, son sobrios y muy bellos. Una buen adjetivo para resumir “The Hunger” es hipnotizante: Ya depende de no preocuparse mucho ni tomársela muy en serio para que el hechizo no se rompa en los primeros 20 minutos.

Siempre ayuda tener a David Bowie.