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John Carpenter: The Fog (1980)

John Houseman: el peor niñero del mundo.

“John Carpenter’s The Fog” comienza con John Houseman (el famoso profesor Kingsfield de “The Paper Chase”) cubierto de pelo facial blanco y una gorra azul de capitán contando historias de terror del mar a un grupo de niños que le escuchan. Entre estas figura la historia de La Niebla, que cubre a una embarcación y causa su naufragio y la muerte de todos sus tripulantes. ¿La fecha? 21 de abril, 1880. ¿El navío? El Elizabeth Dane. Por supuesto que no es un momento gratuito y la historia no es tan sencilla. Se trata después de todo, del filme de fantasmas de Carpenter y con él viene todo tipo de eventos, desgracias y alegrías. No se trata de su mejor filme (ni siquiera su mejor fracaso), pero para aquel que le tenga cariño al género o aquel que haya seguido la transición fílmica del director, se trata, en sus propias palabras, de un clásico menor del horror.

Bueno, quizás clásico no es la palabra adecuada. Ahora, no piensen mal, cuando “The Fog” funciona es efectiva, desde moderadamente efectiva hasta extremadamente efectiva. PERO, el problema radica menos en su maestría técnica y más en el hecho de que “The Fog” no tiene mucho sentido. Sí, es cierto que no tiene mucho punto juzgar el cine de terror bajo parámetros tan extremistas (“Zombi 2” de Lucio Fulci, después de todo, se esmera en ser ilegible pero es un clásico del cine B). Sin embargo, el problema no es que “The Fog” no sea creíble (no importa sí lo es) sino que no sabe muy bien que quiere ser. O que es. Y por momentos parece ser dos películas embutidas en una.

¿Que diablos hace la niebla?

All that we see or seem but a dream within a dream.

Escrita por Debra Hill y Carpenter, “The Fog” comienza con dicha frase de Edgar Allan Poe y las historias del Sr. Machen (Houseman) pero pronto evoluciona a la historia de un pueblo entero, Antonio Bay, en su centenario (que se celebra el 21 de abril de 1980. ¿Coincidencia?). Conocemos a varios personajes comenzando por el padre Malone (el habitualmente grandioso Hal Holbrook) y su ayudante (el director en un breve cameo) que descubre entre las paredes de la vieja iglesia el diario de su abuelo donde esté explica el pasado turbio del pueblo. Conocemos también a la joven madre Stevie Wayne (Adrienne Barbeau, haciendo las veces de heroína y esposa de Carpenter al mismo tiempo) dueña de la estación de radio que emite desde el faro al lado de la bahía y a su hijo Andy, que no solo está entre los espectadores de Machen sino además encuentra en la playa un viejo pedazo de madera con la palabra “Dane” sobre él (que más adelante es la fuente de la mejor secuencia del filme, apropiadamente espeluznante). Está Kathy Williams, la matriarca del pueblo, (Janet Leigh haciendo las veces de homenaje a Hitchcock) y su ayudante Sandy (Nancy Loomis, en su tercera colaboración consecutiva) ocupadas con los preparativos del centenario. Está el inversionista marino Nick Castle (Tom Atkins) y su fácil novia autoestopista Elizabeth (Jamie Lee Curtis, repitiendo y ahora con su madre), está el meteorólogo Dan O’Bannon (Charles Cyphers, por la tripleta) y el Doctor Phibes (Darwin Joston de “Assault On Precinct 13”, pero enmarcado con gafas). Todos estos personajes se ven afectados por fuertes temblores, vidrios rotos, una densa niebla y la muerte de algunos vecinos desde medianoche hasta la una. En el transcurso de una hora y media sabremos que trae consigo la niebla, quien sobrevivirá y cual es la verdadera historia del pueblo. Lo que suena todo bastante tradicional e incluso esperado, pero en el camino Carpenter nos esconde sorpresas tanto satisfactorias como desagradables.

La menos placentera viene de lo genérico que acaba siendo el resultado final. La película resulta incómodamente predecible en su mayor parte y por momentos parece ser el producto de un estudio y no de un auteur, que Carpenter sin duda alguna lo es. A pesar de los estupendos resultados cosechados por su primera colaboración, Hill y Carpenter deciden en esta ocasión entrar a la violencia gráfica con mucho más detalle. Apuñalamientos y empalamientos son puestos en escena con frecuencia con una sospechosa falta de sangre, pero con el sonido para respaldarlo. Por supuesto que no tengo nada en contra del gore, pero las razones no son la mejores para usarlo en “The Fog”. ¿De que razones hablo? Bueno, básicamente la película tuvo un recibimiento problemático por su director, que al ver un primer corte del filme lo sintió incompleto y flojo. Así que se dedicó a rehacer escenas y agregar otras (incluyendo la aparición de Houseman) y se enfocó en agregar violencia gráfica para competir con el ya violento mercado. El resultado monetario fue un éxito, aunque no de la magnitud de “Halloween”. Hecha con un presupuesto de 1 millón de dólares (que igual más que triplicaba su presupuesto anterior) recuperó la inversión y 20 millones extras, pero aquello no quita de las fallas de la obra: El guión tiene serios problemas de personajes. De hecho, la presencia de un personaje principal es nula, y solo tenemos personajes secundarios vagamente definidos (la mayoría rayan en el estereotipo). Aunque esta parece ser la intención de Carpenter y Hill y es una estrategia que ha dado frutos extraordinarios antes y después (que lo diga Robert Altman), en el caso particular la estructura no resulta particularmente cohesiva o interesante. Lo que nos lleva a otra gran falla: si los personajes no nos motivan ni emocionan, es en gran parte porque el resultado final que vemos hoy día está compuesto en un tercio por la segunda filmación emprendida por Carpenter después de ese primer corte. “The Fog” se debate entre ser una historia de fantasmas más hacia lo fantástico (capitulada por la narración de Machen) y un slasher film en su más pura forma. Es un filme dividido contra sí mismo.

Un grupo de piratas en 1980.

Lo que no nos impide disfrutar de la maestría del director, ya hecho y derecho, en acción. Incluso sus fracasos traen consigo un aura fascinante (y en este caso, secuencias escalofriantes). “The Fog” funciona por segmentos, si no como una obra en su totalidad. El trabajo de Holbrook y Houseman es estupendo, haciendo de sus escenas personales pequeñas obras maestras diseccionadas. La primera noche en que la niebla ataca es admirable, no solo por el racionamiento de presupuesto que ha caracterizado a Carpenter en su carrera, sino por su impecable sentido del suspense, que desafortunadamente acaba empapado de tripas.

Lo que les deja con dos opiniones parciales, las cuales no comparto en realidad. Una de ellas, que no me gusta este filme. Falso, solo que he venido a esperar bastante del director, y cuando no logra éxito en todos los niveles, es decepcionante (aunque igual interesante: algo que nunca será es aburrido y gracias a dios por eso). Lo que no significa que no la haya disfrutado (Que sí lo hice. Después de todo, ¿cada cuanto puedo ver historias de piratas fantasmas sin Johnny Depp?). La segunda, que estoy en contra del gore. Que no lo estoy (una referencia a Zombi 2 debería ser suficiente). Pero sí queda alguna duda de que está segunda (y falsa) opinión, basta con ver “The Thing”, que revisaré pronto. No es que no me guste la violencia gráfica llevada hacia el extremo, solo que se que Carpenter la puede usar como uno de los mejores (que, en mi opinión en esta ocasión verdadera, lo es).

Hal Holbrook nos despide.

Errol Morris: The Thin Blue Line (1988)

En su tercera entrega, Errol Morris nos presenta una detallada investigación sobre el asesinato de un policía en Estados Unidos de una forma que además de estar estilísticamente al lado de cualquier thriller policíaco, también proporciona una aguda reflexión acerca de las torpezas e injusticias que tiene el sistema judicial estadounidense y por lo tanto de las torpezas que yacen en los cimientos mismos de la cultura de este país.

La reconstrucción del caso es formidable y presenta los hechos tomando como referencia los variados puntos de vista de las personas entrevistadas con un gusto por algunos detalles particulares que solamente se puede agradecer y que; como es usual en la obra de Morris; se ve más en cine de ficción que en trabajos documentales, cautivando al público de una forma similar a la del trabajo de directores como los hermanos Coen o Roman Polanski, o en general, las mejores películas de detectives.

Se nos presentan; entre otros personajes; a dos presos, uno de ellos es Randall Adams, quien  no tenía pasado criminal hasta que fue encarcelado a sus veintiocho años por el asesinato del policía en cuestión; el otro es David Harris, quien está preso por un asesinato sin relación cometido años después en otra ciudad, y ya tenía pasado como bandido la noche que el policía fue asesinado, tenía dieciséis años. Estuvieron juntos buena parte de esa noche.

Es sorprendente darse cuenta como todo parece tan obvio con respecto a quién asesinó verdaderamente al policía y aun así ver las caras de los detectives crédulos y arrogantes con respecto a lo que piensan realmente sucedió.

Además del interés por el caso, Morris se preocupa por crear un perfil de sus personajes que podamos entender; entrevista amigos de los implicados, vecinos de los testigos y personas ajenas al caso como tal pero cercanas a los protagonistas que seguramente no esperarían recordar el incidente luego de haberse dado por cerrado hace más de diez años, reconstruye épocas y hechos y desmiente o afirma testimonios con material visual basado en lo que todos dicen. Al final hay una confesión que pareció  obvia durante la película y no sorprende; pero tampoco pasa desapercibida.

Luego de haber subvertido las reglas clásicas del documental con sus dos primeras obras, Errol Morris llega a su tercera película no tanto respetándolas, sino trascendiéndolas. Es injusto decir que es su mejor película, pero sin duda alguna, es con esta que su fama se consolidó, es aquí que su estilo llega a un punto de madurez que básicamente se convertiría en un cliché para futuros documentalistas y realizadores en general (recrear los acontecimientos que se tratan, como en algunos seriados policíacos, por ejemplo) sin dejar de ser poético y personal (sus encuadres herméticos, el uso de varias imágenes usadas rítmicamente a lo largo de la película, el interés por los personajes  más que por los hechos, sin hablar de la muy apropiada música de Phillip Glass), es aquí que sus encuadres llenos de información sirven para  propósitos prácticos como, por ejemplo, tratar de revelar la verdad acerca de un caso injusto bajo cualquier parámetro, y finalmente muestran la desesperación de una vida perdida y toda la injusticia que la rodea tan conmovedora y claramente como puede ser visto.

Con la ventaja que ofrece la retrospectiva, puedo decir con tranquilidad que The Thin Blue Line trascendió el género documental en otro nivel; ya que además de haber mostrado una realidad, la transformó de verdad. Dada la publicidad que recibió el caso luego del estreno de la película, se abrió de nuevo y Randall Adams, el hombre que fue acusado por el asesinato del policía, luego de haber pasado 12 años en la cárcel y de haber estado muy cerca de la pena de muerte, fue liberado más o menos un año después, demostrando así los alcances que puede tener el género y la producción cinematográfica en general.

Este documental es un poco más cerrado temáticamente que las obras anteriores de Morris, pero no por eso menos relevante hoy. Estados Unidos no ha cambiado mucho por lo que se puede ver, y el mundo no se ha vuelto menos injusto.

John Carpenter: Halloween (1978)

Every town has something like this happen.

Hay algo distinto en “Halloween” desde los créditos iniciales, algo que nos dice que John Carpenter ha pasado la página y comenzado en una nueva. Por supuesto, puede que sea la reputación que la precede (se trata después de todo, de la madre de todos los slasher films norteamericanos de la década de los 80 en adelante, incluyendo toda la saga de “Friday The 13th” y la saga de “Halloween” en sí misma) o quizás las fallas de “Dark Star” y “Assault On Precinct 13” son más aparentes con el tiempo. Pero esta es la quinta vez que veo “Halloween” y lo único que puedo decir es que su poder sigue intacto, es cada minuto tan escalofriante como la primera vez que la vi. Resulta un poco solipsista usar mi historia como enganche, cierto, pero debo decir que a pesar de ser criado en los 90 “Halloween” (junto a “The Shining”, “Alien” y “Killer Klowns From Outer Space”) es un filme que marcó mi infancia a pesar de ser más de una década mayor que yo. ¿Y hoy en día? “The Shining” se ha transformado en un gusto más académico, “Killer Klowns From Outer Space” se ha transformado en una maravillosa curiosidad de culto y mi feudo con el descontrolado Ridley Scott ha hecho que “Alien” haya sido visto tan solo una vez más desde la primera ocasión en 1999. “Halloween”, por otro lado, sigue siendo una película de terror pura y simple. Y es allí donde yace su encanto. No necesita más defensa que la siguiente: “Halloween” asusta. Y bastante.

Ahora podría entrar en el porque el cine de terror está cada vez más predispuesto a asquear y luego desensibilizar que asustar, su propósito original, y de cómo lo más irónico del asunto es que el mismo Carpenter (como visto en el párrafo anterior) es uno de los responsables de esa evolución (o devolución, quizás), pero eso sería el tema de otro ensayo. Sin embargo, con ansias de redimir al director debo culpar a otros, menos por su escogencia de influencias y más por el modo y la razón de usarlas. La razón: Dinero rápido. Pocas películas estallaron a finales de los 70s como “Halloween” lo hizo: 320,000 dólares de presupuesto (presupuesto pequeño al que Carpenter estaba más que acostumbrado) y una idea bajo el nombre de “The Babysitter Murders” rápidamente cambió para convertirse en 60 millones de dólares y una de las películas cánones del cine de terror moderno. El modo: Muchos tomaron su premisa como una fórmula (chicas virginales siendo atacadas por un asesino) pero fallaron en ver que la película de Carpenter era exitosa por razones muy ajenas a su sencilla historia.

La emblemática casa Myers.

“Halloween” comienza el 31 de octubre de 1963 en Haddonfield, Illinois. Se trata de un plano-secuencia desde el punto de vista de un niño disfrazado de payaso. Durante 4 minutos y 10 segundos vemos todo lo que ve: Su hermana y su novio se besan en la sala, suben y apagan las luces, su preparación para lo que viene (un cuchillo y una máscara), el asesinato, su salida del cuarto y de la casa, y finalmente su encuentro con sus padres desconcertados. Es allí cuando vemos brevemente su rostro inexpresivo por primera vez: ¿Michael? De allí pasamos a Smith’s Grove, 1978. El Dr. Sam Loomis (interpretado con delicioso pesimismo por el gran Donald Pleasence) va en carro junto a una enfermera hacia la institución psiquiátrica donde Michael Myers ha sido hospedado desde el brutal evento. Al llegar a las puertas del lugar, una de las más temibles imágenes del filme aparece: Los pacientes mentales en batas blancas sueltos bajo la lluvia. El sentido es claro (y esclarecido aún más cuando un paciente toma el auto en el que vienen a la fuerza): Michael ha escapado.

Y así estamos una vez más en Haddonfield, a donde Michael ha vuelto para revivir la noche de hace 15 años. Nuestra heroína es presentada: Laurie (la pronto icónica Jamie Lee Curtis, estupenda) va camino al colegio donde va a encontrarse con sus amigas, pero antes debe hacer una parada. Su padre, un agente de bienes raíces, está vendiendo la casa Myers. De este modo, Laurie se gana un observador. En clase su profesora dice: Destiny is a very real concrete thing every person has to deal with, así prediciendo lo que va a ocurrir en la noche. Laurie mira hacia la ventana distraída y encuentra a un hombre de rostro muy blanco que le mira de lejos.

Es por supuesto el rostro que se convertiría en un símbolo del cine de terror. Pero su primera encarnación es la más aterradora de todas: The Shape (más adelante en la saga Michael Myers a secas) no es tanto un hombre como una presencia tácita. La mayor parte del tiempo solo observa. Simplemente está ahí, mirando y esperando. Aparece y desaparece. Solo existe. Pero desde que aparece en cuadro por primera vez es una presencia disruptiva. Hay algo sobre su físico que le hace aterrador, y podría ponerlo en términos propios pero el Dr. Loomis lo hace mucho mejor: I met this six year old child with this pale, blank, emotionless face and the blackest eyes. What was living behind those eyes was purely and simply evil. Su falta de expresión y su falta de un motivo aparente para atacar le hacen una presencia maléfica en el peor (y en nuestro caso mejor) sentido de la palabra. Nuestro miedo viene no de lo que vemos sino de lo que no vemos, por ende lo que solo intuimos.

Carpenter nos demuestra toda su experiencia exponiendo la maestría y talento que antes eran como diamantes en bruto (metáfora brusca para el tema). Su manejo del tiempo y la tensión nunca habían sido mejores. No existe en el filme un solo paso en falso: los movimientos de cámara son al mismo tiempo voyeuristas y suntuosos. El hecho de que el filme ocurra en una sola noche hace del manejo de su timing algo aterrador, comenzando por pequeñas muestras y encuentros bajo la luz del sol y acabando por un infierno de persecución en lo más oscuro de la noche. Todo esto auxiliado por una banda sonora estupenda (compuesta, como no, por el mismo Carpenter) que nos recuerda al uso del sonido en “Suspiria” de Dario Argento. Carpenter la usa como arma, pero no la abusa en ningún momento. Se trata de un vibrante tono que aparece y desaparece para ponernos los pelos de punta, del mismo modo en que lo hace el asesino. En cuanto a sus influencias no podrían ser mejores: el cine de Alfred Hitchcock, en especial “Psycho”, con la cual comparte más de una característica.

The Shape en acción.

Lo que nos lleva a las razones por las cuales “Halloween” es exitosa donde muchas que le siguieron fallaron. Es un filme donde el suspenso es lo más importante. Del mismo modo que en “Psycho” la violencia gráfica es escasa: la presencia de sangre y tripas (o gore que llaman) inexistente. Pero además hace que creamos en sus personajes: Laurie es una heroína real por quien sentimos. Nos importa que escape al final de la noche. Loomis encuentra en Michael la labor de su vida, la de mantenerle al margen de la sociedad, pero esto toma un peso que a veces no puede soportar. La psicología y el análisis barato de lo que hay detrás del filme han obscurecido sus motivos (hay quien dice que “Halloween” es un cuento moralista ya que sus víctimas insisten en follar y drogarse y por esto acaban bajo el filo de un cuchillo, que “Halloween” es una justificación de misoginia y una celebración del machismo y que “Halloween” es una película que hace de las mujeres héroes y por ende es feminista) y aunque puede que todos tengan un poco de razón, los motivos de la película son totalmente distintos. Es un filme totalmente sensorial. Y el cine, después de todo, es un placer sensorial, solo que olvidamos esto ocasionalmente en vista de academizar y sintetizar. Basta con devolver el filme un par de escenas en el DVD o un par de minutos en VHS y entregarse totalmente a las emociones que nos cubrirán por la próxima hora y media de entretenimiento. Lo que al mismo tiempo es contradictorio, porque “Halloween” no es solo entretenimiento, pero esa es irónicamente la mejor manera de disfrutarlo. Complejo. Suspiro.

Datos curiosos: El guión de Carpenter y su pareja de entonces Debra Hill (también productora) está lleno de pequeños trozos de sátira: el diálogo femenino escrito por Hill, está lleno de acotaciones de adolescente: I hate a guy with a car and no sense of humor. Totally. Dos personajes son nombrados en honor a Hitchcock: Tommy Doyle (el hermano de una de las víctimas) hace las veces del policía de “Rear Window” mientras Loomis es una clara referencia al personaje de “Psycho” interpretado por John Gavin. Todo esto sin mencionar que Jamie Lee Curtis es la hija de Janet Leigh. El Sheriff del pueblo y padre de una de las chicas (Charles Cyphers, actor fetiche del director) se llama Leigh Brackett, de nuevo homenajeando a la guionista de “Río Bravo”. El filme que da la televisión en noche de brujas es “The Thing” de Howard Hawks que más adelante sería re-imaginada por el mismo Carpenter (este tema será tocado más adelante, pero debo adelantar que será un gran cumplido compuesto de varios párrafos, un poco como el presente) y el disfraz del mismo Tommy es el de astronauta, haciendo referencia a su anterior “Dark Star”. ¿Cómo sabemos que aun estamos en los 70s? Pantalones bota-campana. La máscara de Michael Myers es de William Shatner, más específicamente del Capitán Kirk, así que “Star Trek” en su versión televisiva aún era famosa.

Conclusión. Todo lo dicho antes, datos, juicios y opiniones (e incluso el mismo filme) no tiene valor a menos que entiendan algo. Lo que le hace de “Halloween” algo único es la pasión que consume a Carpenter. Es una pasión que rebosa en cada plano, y ha ocurrido del mismo modo desde su primer filme solo que ahora (ahora haciendo las veces de 1978) el director sabe como invertir su energía más efectivamente. Pero nunca ha perdido de vista que el cine es una profesión de amor. Amor por lo que se cree. Suena cursi, pero más que nada es optimista.

El gran Donald Pleasence, símbolo de todo lo que está bien con el filme.

John Carpenter: Assault On Precinct 13 (1976)

Influencias, influencias. Tan sólo 2 años después de dirigir su influencial “Dark Star” Carpenter pondría sus vistas en el homenaje. Si su primera obra era una seminal pero desconocida aventura en el espacio, su segunda sería el cruce entre un western moderno (moderno siendo la ciudad de Los Angeles en los años 70) y una primera excursión en el campo del terror (en el largometraje, ya que ciencia-ficción y horror habían sido temas fundamentales de sus cortos universitarios). Por supuesto que acabaría siendo una fuerte influencia en sí misma: llamada una de las mejores películas de acción de la década (género en el cual entra y sale constantemente en el transcurso de sus 91 minutos), calidamente acogida por el público y la crítica Europea donde fue recibida como una de las mejores películas del año en el Festival de Londres (es además una de las películas favoritas de Edgar Wright y Simon Pegg que le pagan tributo ocasional en la gran “Hot Fuzz”) e incluso re-imaginada en dos ocasiones distintas por directores franceses (Florent Emilio Siri, “The Nest”, y Jean-Francois Richet bajo el mismo nombre).

Lo cual es en general bastante destacable de un film que es en sí la re-imaginación de otro film que es una gran influencia en sí mismo: “Rio Bravo” de Howard Hawks. La intención original de Carpenter, de hecho, era filmar un western, pero desafortunadamente “Dark Star” no había sido suficiente para poner su nombre entre la lista de confianza de Hollywood, lo que le dejó con un ingeniero de Filadelfia para hacer las veces de productor. ¿Su presupuesto? 100,000 dolares, 40,000 más que en su intento anterior, pero con la misma libertad de hacer lo que quisiera. ¿El resultado? Carpenter decide trasladar su premisa original (una variación sobre “Rio Bravo”) a la modernidad. En el famoso western de 1959, John T. Chance (el perenne John Wayne y el seudónimo usado por Carpenter a la hora de editar su película) arresta a el peligroso Joe Burdette y tiene que enfrentar al ejercito de su hermano Nathan con la sola ayuda de un viejo y cojo carcelero y un alcohólico en rehabilitación, a quien se añade una hermosa viajera, los encargados del hotel local y un joven pistolero. ¿La modernización? El recién ascendido teniente Ethan Bishop (un estupendo Austin Stoker) deberá defender una desolada estación policial con la ayuda del peligroso criminal Napoleon Wilson (un igualmente estupendo Darwin Joston) de una letal pandilla local que busca un hombre que se esconde en el precinto.

La noche hasta ahora comienza.

Por supuesto que la trama es más compleja en ambos casos. En el que nos concierne Carpenter comienza su película con una estructura que desarrolla tres vidas en paralelo: La primera es la del Teniente Bishop (nombre que en el remake de Richet iría aplicado al criminal y no al policía), un joven hombre de raza negra a quien en su primera noche tras su ascenso le es encargada la supervisión de una pronta a ser desalojada estación de policía en Anderson (lugar definido por el filme como A Los Angeles Guetto) donde habrá de pasar la noche junto a las secretarias Julie (Nancy Loomis de “Halloween”) y Leigh (Laurie Zimmer en el tradicional estilo actoral de “menos es más” de Carpenter) y el oficial Chaney (Henry Brandon). Segunda en la lista está la de Napoleon Wilson (Joston canalizando a Charles Bronson en “Once Upon A Time In The West”, reemplazando su harmónica con la muletilla “Got a smoke?”), que está siendo llevado al lugar de su pena de muerte por el oficial Starker (uno de los actores fetiche del director, Charles Cyphers) junto a un par de prisioneros, el pesimista Wells (Tony Burton) y el enfermo Caudell (Peter Frankland), una línea de eventos que Andrew Davis tomaría prestada para “The Fugitive”. La tercera vida, haciendo las veces de catalizador de la historia, concierne a Lawson (Martin West) y a su hija (Kim Richards) que en busca de su niñera en Anderson, acaba en tragedia que a su vez desemboca en una tragedia aún peor.

Lo que nos da pie para hablar de lo que es el comienzo de “Assault On Precinct 13”: Carpenter toma 40 de los 91 minutos de duración de su filme para establecer las reglas del juego. Sin embargo, a medida que pasa el filme (y pasa muy rápido, símbolo de lo auténticamente divertido que es) nos damos cuenta que ninguna escena sobra y cada plano que pasa aumenta la tensión y las apuestas de una manera u otra. Tomemos por ejemplo el heladero de Anderson (por qué un heladero escogería esa como su ruta corporativa escapa a mi razonamiento) que ronda el barrio en busca de clientes pero en su lugar encuentra un grupo de hombres que ronda las calles en un auto negro. Ambos autos cruzan caminos. El heladero les mira y estos le miran de vuelta. Pero su primer cruce inofensivo funciona como una predicción de lo que viene mas adelante. Cada vez que se pasan el heladero pone su mano sobre un revolver que tiene bajo el timón y los integrantes del carro negro, los miembros principales de la pandilla Street Thunder (nombre que no resulta particularmente apropiado), apuntan tras los vidrios una ametralladora automática, pero la balacera nunca ocurre de la manera en que lo esperamos. Carpenter tiene otras ideas en mente y usa la distracción de manera perfecta: todas las que nos hacemos frente a este probable enfrentamiento nunca se materializan, pero se materializa lo peor que podía pasar con los elementos presentados. El director nos da un golpe que es emocionalmente más fuerte para el espectador no solo por frialdad a la hora de atestarlo, sino porque es totalmente inesperado. Es así que Carpenter bautiza con sangre uno de los mejores comienzos del cine de género, rompiendo una de las reglas doradas del cine comercial: Matando a una niña.

Toma eso, MPAA.

Y esto nos lleva a la pandilla. La segunda gran influencia sobre la obra es la importantísima “Night Of The Living Dead” de George A. Romero de quien Carpenter toma los villanos (no físicamente, los miembros de Street Thunder no podrían estar más vivos ni más activos). Se trata de un grupo de individuos que no tienen nada que perder. Sus acciones no están justificadas por odio o emoción, simplemente son sombras chinescas armadas hasta los dientes. Pero son mucho más que eso. El concepto explicado en el film de Romero por un periodista es que “Es un grupo de asesinos que matan sin razón” no tiene nada que ver con el zombie moderno o con el individuo invencible del terror. Tiene que ver con la presencia del mal en su estado más puro. Sus acciones son terroríficas no por la violencia que traen consigo, sino por la falta de lógica que hay detrás de ellas. Julie pregunta “¿Porque alguien dispararía contra una estación de policía?” y Barbra (en la película de Romero) pregunta “¿Qué es lo que está pasando?”, y las dos se encuentran particularmente desesperadas porque fallan en ver el sentido en las acciones de los respectivos antagonistas. Nada es más temible para ellas (y en general para las personas) que aquello que no entendemos.

Hay referencias más pequeñas regadas por todos lados, sin embargo. La secretaria Leigh (que hace las veces del personaje Feathers de Angie Dickinson) es una referencia a la guionista Leigh Brackett de “Rio Bravo”, el protagonista es de raza negra del mismo modo en que lo era Duane Jones en “Night Of The Living Dead”, el got a smoke? de Wilson es una referencia a que todos fuman en la casa asediada por zombies.

Pero de todas las conclusiones que pueden salir después de ver “Assault On Precinct 13”, nombre que por cierto es errado ya que los personajes se encuentran en el precinto 9, división 13 (error atribuido a la productora que encontró el título seductor), es que Carpenter es un director que existe mucho más para ser una influencia que para pagar tributo. La influencia más grande sobre su segundo filme y el resto de su carrera, a pesar de que no lo parezca, es su primer filme y el resto de su obra. Carpenter no es lo suficientemente ególatra para hacer demasiadas referencias a sí mismo, pero su estilo y sus obsesiones son tan potentes que acaban tomando el control de cada segundo, cada cuadro de su trabajo. El diálogo del director está dotado de una rapidez y frescura que el mismo Howard Hawks le vería con buenos ojos, algo que sin duda sacó de que “Dark Star” fuese una comedia. Por ejemplo, Leigh le ofrece café a Bishop: Black? For over 30 years. Carpenter vuelve a tomar control sobre la música, esta vez con mucho más éxito ya que es el pegante que adhiere todo lo que hay en pantalla (sigue siendo remarcablemente 70s, junto a los afros, chalecos, camisetas sin mangas y el uso de patillas) y en adición nos confirma todo lo que tan solo había sido sugerido en su primer intento: el uso del tiempo (y del timing, subsecuentemente) ahora se aplica durante toda la película con Carpenter usando la hora real como termómetro de la situación.

Habrán notado que no he hablado sobre el nudo ni el desenlace. Esto es porque, aquí viene, el comienzo de Carpenter es tan bueno que el resto del filme palidece en comparación. Una vez que el juego comienza entre los que están adentro y los que están afuera la tensión baja (un presupuesto tan bajo desgraciadamente no ayuda la credibilidad de la situación) y los músculos se relajan. No es para nada insoportable, pero resulta un poco triste a la hora de pensar en las posibilidades del escenario. Hay momentos grandiosos, como el escape de Wells (cuya resolución sería repetida más tarde por el director en “They Live”) o el descubrimiento de una patrulla de un operario de teléfonos, pero algo se ha escapado en el transcurso.

En “Halloween”, tan solo 2 años luego, Carpenter encontraría el balance perfecto en su ecuación de tiempo y emoción. Pero no por eso deberíamos ignorar esta pequeña joya de género: aun con sus defectos, es el trabajo de alguien que arriesgaba todo lo que tenía por amor al cine.

“You’re pretty fancy, Wilson.” “I have moments.”

Errol Morris: Gates of Heaven (1978)

He charlado muchas veces con muchas personas acerca de muchos temas; obviamente se puede charlar más cómodamente con gente conocida, y con las personas nuevas es más complejo llegar a un punto libre de tensión durante las primeras conversaciones que se logren entablar; las charlas  divertidas me hacen reír, las serias  me hacen pensar de una forma trascendental, pero en ningún momento ambos tipos de conversaciones dejan de ser agradables.  Un patrón que he notado en muchas de ellas es que usualmente comienzan de una forma divertida, sobre los temas más casuales, todos nos reímos de alguna cosa, y luego, una hora después, el ambientes es reflexivo,  la gente comienza a revelar cosas de su ser… me gusta pensar que de su ser real, y si las cosas avanzan bien,  al final de la charla sentiré algo más de confianza con este grupo de personas y posiblemente nadie quiera terminar la charla hasta que por cosas de la vida esta termina, una buena forma para romper  el hilo emocional del momento es escuchar a alguien preguntar  “¿De qué estábamos hablando al principio?”, todos lo recuerdan, todos se ríen, y la charla puede terminar en paz.

Gates of Heaven, el primer documental del director Errol Morris, se presenta con un estilo particular que nos permite creer que estamos simplemente escuchando una charla que al principio es sobre la idea de un empresario: hacer un cementerio de mascotas, ya que según él mismo nos dice; encontró una necesidad y la forma de llenarla. Entonces todos nos podemos reír dado que  podemos suponer  que esto va a ser una sátira acerca del tema más improbable (¿Un cementerio de mascotas?) que nos  mostrará la parte más superficial de la sociedad y que además…  podría continuar yéndome por todas las vertientes fáciles que este inicio me puede permitir. Pero ese es solo el comienzo; un momento después aprendemos que el empresario no es tanto un empresario, y que habla en serio, y que la necesidad que debía ser llenada no era simplemente monetaria, y que entonces este asunto no es tan superficial como podríamos creer. Vemos a sus socios, quienes invirtieron y perdieron dinero en la idea, hablan del dinero perdido de una forma tan sentida verdadera  como solo un borracho lo haría; pero la película es sobria, y quiero creer que ellos también lo están.

La sucesión de eventos es simple: Al no poder continuar con su cementerio, todos los animales que fueron enterrados ahí deben ser llevados a otro cementerio de mascotas. La verdadera esencia de este filme no está en lo que pasa, sino en lo que nos revelan sus personajes.

Así, llega un punto en que las risas que pueden provocar las personas hablando de sus queridas mascotas  tienen un sabor agridulce porque  han demostrado que su dolor puede ser real, y al ver los paralelos entre el dueño del cementerio y un ejecutivo en una planta procesadora de animales, la ironía de la situación es pesada y los temas que se tocan son profundos y dolorosos; o rutinarios, todo depende de quien esté hablando. Una de las entrevistadas habla de su querida mascota, y antes de darse cuenta, está hablando de las humillaciones que ha tenido que vivir a costa de su único hijo.

A veces la película se ve muy  rígida y perfecta, y es posible preguntarse si es realmente un documental, luego llegan esos momentos de verdad profunda que se ven solamente  en la espontaneidad de la vida real. Es injusto comentar en más detalle las situaciones que se presentan porque, primero, es el conjunto de esta película lo que la hace valiosa, y segundo, son tantos los detalles valiosos que enumerarlos sería imposible.

No hay una narración guía en cuanto a los eventos, lo que nos obliga a decidir poco a poco qué creer con respecto a lo que vemos y deja libre a la película de quedar relegada al pasado y ser considerada como anticuada hoy, más de treinta años después de su estreno(de hecho, su coherencia en la vida actual es impresionante), y mientras sus verdades se descubren frente a nuestros ojos con una simplicidad alarmante, mientras aprendemos sobre la soledad y la necesidad de amor, mientras vemos tanto a  jóvenes como a viejos frustrados y contentos, mientras leemos los epitafios en las tumbas de los animales y vemos cuanto amor sentían por ellos sus dueños, es posible que nos preguntemos ¿De qué estaban hablando al principio?