Antes de empezar… Debo confesar que frecuentemente entro con equipaje a las salas de cine. ¿A que me refiero exactamente? Bueno, cargo conmigo una maleta, y esta se encuentra llena de prejuicios. Nada raro, hay a quienes no les gusta un género, un director o un actor, así que miran con ojos más críticos los resultados finales provenientes de los mismos. ¿Mi caso personal? Mi opinión sobre esta película estaba perfilada hacia lo negativo antes de ver el primer plano, y por esto les pido disculpas con antelación.
Habiendo dicho esto… mi opinión sobre el filme antes y después de verlo fue una completamente distinta, sin necesariamente cambiar en el espectro de lo que considero honestamente destacable cinematográficamente y lo que no. Por ejemplo, mientras divisaba la película ya en su tercera semana en cartelera, un martes a las 9 de la noche en un teatro lleno, me pregunté porque venía con tal predisposición a ver este filme, y no logré responder satisfactoriamente a mi pregunta. ¿Por qué encontraba “La Cara Oculta” desabrida antes de empezar a verla? ¿Eran acaso los estatus de las redes sociales laudando el filme como una obra maestra? ¿O se trataba de la sobreexposición publicitaria a la que había sido sometido en el mes pasado? Ninguna opción propuesta resolvió mi duda con precisión. ¿Era cuestión de los involucrados? No me gusta “Satanás” (la adaptación del director de la novela de Mario Mendoza) pero no la encuentro reprochable (tengo un sentimiento similar con su cortometraje “Payaso Hijueputa”, que al menos tiene un gran título a su favor). Veo con frecuencia preocupante variopintos thrillers y en general disfruto de ellos sin importar su calidad (aunque por motivos distintos). No tengo nada en contra de Martina García a pesar de creer que es una mala actriz. Quizás era la suma de todas estas partes anteriores, quizás no. Pero el filme que creí que iba a ver, basado tan sólo en los posters y algunas reseñas miniatura, era uno bastante distinto del que acabe observando en últimas.
No al inicio, sin embargo. “La Cara Oculta” comienza con el video de una joven mujer (“Bonita pashmina”, fue lo más positivo que dijo mi pareja durante toda la función) que le está terminando a su novio, vía cámara fotográfica. El novio, Adrián (Quim Gutiérrez), es un joven y dotado director de orquesta español (poco creíble) que trabaja en el Jorge Eliecer Gaitán con la Orquesta Filarmónica de Bogotá (menos creíble; a menos que me equivoque, la sede de la filarmónica es el Leon de Greiff) cuando no está destruyendo su vida intima con métodos varios. Tras ver el video una y otra de vez de forma masoquista, se dirige a un gigantesco bar donde Fabiana (Martina García), una hermosa camarera con tintes de Manic Pixie Dreamgirl, le ve con ojos enamoradizos. A la hora de cerrar el bar, el ebrio Adrián sale tambaleándose del lugar y afuera otro cliente le rompe la nariz con facilidad tras un inofensivo cruce de palabras. La visión de este indefenso extranjero resulta demasiado seductora para Fabiana, que le recoge y le lleva a su apartamento para que pase la noche. Al día siguiente, tras un incomodo encuentro mañanero, Adrián vuelve al bar para agradecerle a la extraña sus buenos modales e invitarle a un trago pequeño, faena que desenlaza en una sesión de sexo en su mansión en las afueras de Bogotá y en el primer desnudo de Martina García (cuyos desnudos, ya que estamos en el tema, constituyen algo cerca al 30% de la película, tanto en duración como en valor).
Un par de estereotipos de policías (destacablemente entretenidos) se presentan pronto en la naciente relación, indicando que hay problemas en el camino, y estos le hacen saber al espectador que Belén, la chica del video inicial, se encuentra desaparecida y se sospecha de Adrián. Fabiana, que tan pronto como puede deja su trabajo y se muda a la mansión, empieza una investigación en una casa que parece estar embrujada (truena y relampaguea, la luz flaquea, el agua vibra y las cañerías suenan) interrumpida sólo por visitas al teatro (donde un aburrido Humberto Dorado hace las veces del jefe de Adrián) y por desnudos desde perspectivas distintas en situaciones distintas (tina, ducha y coito, las más frecuentes). Es aquí donde ocurre el gran twist del filme, que lo aleja de lo que parecen ser sus influencias iniciales (“What Lies Beneath” (2000) de Robert Zemeckis, las primeras películas de Dario Argento) y donde aparece el mejor personaje (lo que no es mucho decir), Belén, interpretada con emotiva destreza por Clara Lago.
Muy a detrimento del producto final y de la estructura narrativa del filme (que encuentro cuestionable pero no espantosa), el tráiler revela por completo que carajos está ocurriendo en la casa de “La Cara Oculta”. El filme nos envía a un innecesariamente largo flashback que nos muestra la vida de Belén y Adrián desde que vivían felizmente en tierras catalanas hasta el presente y de allí en adelante. Tras recibir la oferta de trabajo, la pareja decide mudarse a la capital colombiana, y una vez allí obtienen la casa proverbial de una mujer alemana mayor llamada Emma (Alexandra Stewart, que en su prolífica carrera ha trabajado con François Truffaut, François Ozon y Louis Malle, entre otros) quien les deja encargado también su perro, un animado pastor alemán llamado Hans (actor extraordinario, este perro). Pero el libidinoso Adrián empieza a tontear (sus propias palabras) con una de las violinistas de la orquesta, y tensiona la relación hasta el punto de llevar Belén a revisar su celular en busca de mensajes incriminadores. La solución perfecta a los problemas íntimos es propuesta por Emma, quien en una visita le revela a Belén su secreto: Su marido era un Nazi que vino a refugiarse a Bogotá pasada la guerra, y creó en el centro de la casa un búnker al cual solo se puede entrar y salir con una llave maestra (la actitud de Belén frente a la revelación es sorprendentemente pasiva). Su plan es tan sencillo cómo exagerado: Encerrarse en el lugar y ver la reacción de su novio a través de espejos blindados de doble lado al video que le dejó en la mesa de noche. Su ejecución, sin embargo, es tan torpe como es posible, ya que la apurada Belén deja la llave maestra afuera del cuarto y queda encerrada en esta prisión invisible.
Una vez su encierro comienza somos obligados a repetir escena tras escena pero vistas desde el otro lado del espejo, resolviendo así TODAS las dudas que han sido creadas en la primera mitad. El producto final de “La Cara Oculta” está separado claramente en dos mitades, ninguna de las dos totalmente exitosa, y su combinación resulta aún más desafortunada. La primera mitad se inclina más hacia el terror de saltos y sonidos (respaldado por un diseño sonoro efectivo y efectista) y la segunda de mitad funciona como un drama de supervivencia, donde la desesperada Belén debate su atención entre su vida y la vida afuera que es obligada a presenciar. Uno de los grandes problemas del filme, en mi opinión, es la necesidad de mostrar absolutamente todo lo ocurrido. Lo interesante de “La Cara Oculta”, cómo su título lo ilustra, yace en lo desconocido y lo inexplicado y al atar todos los cabos sueltos Baiz y su compañero guionista Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla le quitan el aire y el misterio a un filme que es sobre un misterio en principio (“La Otra Cara” habría sido un título mucho más adecuado).
Los problemas no acaban ahí, y desgraciadamente estos yacen en su mayoría en el aspecto narrativo del filme. La falta de lógica y la suspensión de credibilidad presentan curiosidades omisibles gracias al género al que pertenece la película, pero temas tan importantes cómo el diálogo y el desarrollo de personajes dejan mucho que desear. Los personajes son tan blandos como es posible encontrarlos, a pesar de las buenas intenciones actorales de los involucrados. Cada personaje no tiene una personalidad ni un peso fuera del que les da la situación particular que los atrapa: Adrián está triste porque lo deja su novia y esa es su personalidad; Belén está atrapada, y esa es su personalidad; Fabiana, la peor librada, desea ser rica y por eso su comportamiento es ¿sociopático? ¿Qué carajos pasa con esta persona? Inicialmente parece ser un personaje de comedia romántica con particularidades encantadoras, luego una fácil escaladora social, y acaba siendo una fácil, pero psicopática, escaladora social (que conserva algo de su humanidad). El limitado rango de Martina García solo complejiza esta ilógica mezcolanza. Es gracias a esta carencia de caracterización que tampoco nos identificamos con ninguno de estos personajes y sus acciones nos resultan desde ridículas hasta estúpidas. Al final, cada uno de estos individuos recibe lo que se merece, pero no por construcción del guión, sino por descarte.
Ahora, los valores de producción son bastante buenos y la película nunca resulta desagradable a la vista. Para empezar, hay que destacar el trabajo técnico del filme, empezando por su cinematografía a cargo del catalán Josep M. Civit (cuyo trabajo en “Guerreros” de Daniel Calparsoro es estupendo). Civit y Baiz logran una planimetría que sostiene y crea tensión en los momentos más dramáticos, ayudada por un sólido trabajo de montaje de Roberto Otero, un buen uso de foco y hábil movimiento de cámara. La música compuesta por Federico Jusid e interpretada por la Orquesta Filarmónica de Bogotá es bastante decente, a pesar de rayar ocasionalmente en lo operático y en el trabajo de John Williams.
Saliendo del teatro una nueva incógnita apareció en mi cabeza, y es la siguiente: ¿Me entretuve al ver “La Cara Oculta”? Sí, lo hice. Pero no me cabe duda que este es el tipo de película que se olvida a las pocas horas de haber sido vista. En ocasiones, es mejor quedarse con la memoria, así sea traumática, que con nada. ¿De que estábamos hablando, otra vez?
¡Hey, qué bien!: El trabajo de Civit. También, Hans el perro.
Emhhh: Alexandra Stewart pasa la película sin pena ni gloria.
Qué parche tan asqueroso: Los personajes son asquerosos.
Bonus Track: La perspectiva de Belén de la primera vez que Adrián y Fabiana tienen sexo tiene uno de los planos más chistosos de los últimos años.
Sí el 2012 es el año del Apocalipsis, su tiempo estaría mejor gastado en otras cosas. De lo contrario, una boleta a mitad de precio suena justa para el resultado. ¿Mencioné que Martina García sale desnuda?