El día de hoy quiero apuntarle a una película relativamente antigua, que posiblemente se tomó a sí misma con mucha seriedad, y de la cual yo vine a enterarme un poco después de salida V for Vendetta (2006). Seguramente la mayoría de ustedes ya habrá leído o tendrá noticia de una célebre novela distópica que lleva por nombre 1984. Confíamos en que sí, sanos lectores, tengan noticia previa de la famosa obra del ensayista y periodista británico George Orwell, en la que se nos muestra una sociedad corroída por el totalitarismo político e intelectual, durante la época epónima de la obra, y cuya travesía por tópicos como la libertad de prensa, el amor, la memoria y la verdad nos lleva a un final desgarrador.
Con este pequeño prólogo puedo empezar a hablar acerca de la película que nos atañe. Previa a su concepción, ya en 1956 la BBC había desarrollado una adaptación de la novela, dirigida por Michael Anderson (autor del clásico de culto Logan’s Run en 1976) y con un reparto exitoso de la época, contando al vaquero Edmond O’Brien, Jan Sterling y a Donald Pleasence (¿Dónde lo hemos visto ya?). Es difícil saber qué podría salir mal, pero lo cierto es que los resultados no agradaron mucho a la casta Orwell, dada la concepción futurista del material, rayando en la ciencia ficción. La película es un clásico oculto, pero habían muchas cosas en ella (como cambiar el nombre del antagonista, de O’Brien a O’Connor) que sencillamente no dieron el golpe.
Tras varios años de espera y flagrantes litigios legales, un osado documentalista británico con muy poco trabajo tras sus espaldas decidió abordar el proyecto adquirido hacía unos años, tras la muerte de la mujer de Orwell. Siguiendo al pie de la letra las indicaciones dejadas por ésta tras ceder los derechos, Michael Radford se abstuvo de efectos especiales, alusiones futuristas o incluso manejar situaciones referentes a los 80’s, los verdaderos y ciertamente desinhibidos 80’s que se vivían por fuera del set. Los papeles protagónicos de Winston Smith (John Hurt), Julia (Suzanna Hamilton) y el descarnado O’Brien (Richard Burton) parecen aptos, a simple vista. Dentro del recinto de la producción, incluso las fechas anotadas en el diario de Winston eran guías precisas para el cronograma de producción. ¿He dicho ya en que año se filmó y se intentó distribuir la película? 1984, sí señores.
No soy enemigo de la fidelidad en las adaptaciones, e incluso se me puede alegar la notoria encrucijada en la que me encuentro actualmente… No, no tiene nada que ver con Suzanna Hamilton y sus diversas apariciones sans overall, sino a uno de los directores cuya obra aprecio enormemente, si no lo adivinan aún, Erich von Stroheim. Pues bien, hay diversos puntos que le han sido criticados a la producción, en primer lugar, por haberse tomado la molestia de filmar en fechas tan puntuales, debido a que como todos lo sabían (y alguien con dos dedos de frente lo habría asumido desde antes) los eventos y situaciones descritas en la novela no se cumplirían. 1984 fue escrito como una suerte de ‘cuento cautelar’ para prevenir a las sociedades futuras de los peligros que habían alcanzado a germinar en el período de entreguerras, y que en sociedades como la Rusia estalinista seguirían dándose; no se trataba, bajo ninguna circunstancia, de una premonición.
Otro de los puntos que se citan para criticar la postura de la película frente al libro es su manifestación visual. Algo que cautiva enormemente, sin importar lo que se piense frente a la labor de adaptación, es la cohesiva dirección de arte que prima a lo largo de la película, y tal vez un poco excedida la atmósfera en cuanto a la escasa iluminación (como pueden ver a través de las capturas de pantalla) pero curiosamente, lo relacionado con las torturas y el sexo también van de la mano con esta visión sórdida y ensopada de la vida en la Oceanía orwelliana. El contacto carnal entre Winston y Julia es tan pobre dramática como visualmente, con ángulos de cámara desatinados, una música horriblemente inapropiada (de la que hablaré pronto) y un desempeño lánguido, como dos personas que hace mucho tiempo (o tal vez nunca) han tenido sexo, aunque Winston nos demuestra lo contrario, e incluso Julia, trabajando para la sección del gobierno que realiza y distribuye material pornográfico, con el fin de mantener el torpor en el proletariado, es pésima en el acto. Qué terrible es 1984 en materia a comercio sexual. ¿Es acaso intencional esta aproximación visual al relato, en la que nos ponen del lado del régimen y sentimos desagrado cuando dos seres humanos intentan amarse? De la mano con la mencionada “estética”, las numerosas torturas a las que son sujetos los desertores del régimen del Gran Hermano son de carácter ‘retro’, con un tufillo a la mítica Inquisición española que impacta a la media de los espectadores.
Los temas musicales compuestos por el británico Dominic Muldowney fueron pensados originalmente para acompañar el inquietante sosiego que genera la Plaza de la Victoria y las calles en ruinas de Oceanía, lo que es un detalle de agradeceder; lamentablemente, Virgin Films, con el archimagnate y excéntrico Richard Branson a la cabeza, decidieron darle un toque auténticamente 1984 a una película ‘deseosa de atraer a las masas’, añadiéndole pistas de Eurythmics, luego de que David Bowie (fan de la novela) exigiera cantidades obscenas de dinero. Hay que imaginar si los sobregiros/ralentizaciones de la cámara fueron también hechos en postproducción, para empatar con el larguísimo videoclip en el que la obra eventualmente se convertiría.
La carrera de un compositor posteriormente atada a los telefilmes, una lectura muy personal de una novela convertida en una película olvidab… ¿Qué? Un momento. Debo decir que la película fue nominada para los premios BAFTA por su magistral diseño de producción y dirección de arte, pero fue retirada de concurso por el mismo Radford, perturbado por el hecho de saber que 1984 se había convertido en una película producida en 1984. Aún así, ganó premios a mejor director y actor en diversos festivales como Fantasporto, Valladolid, Estambul y otro par.
El cuerpo de la obra pronto cae al suelo, otro competidor corre con ahínco y un año después se lleva el título de la quintaesencial y más memorable adaptación de la advertencia orwelliana. Pista: es una canción del brasileño Ary Barroso.
Una serie de decisiones erróneas en las últimas etapas de producción llevaron a que, eventualmente, esta sea una película condenada al olvido, de no ser rescatada por fans de la novela como tal, hombres obsesionados con directores que adaptan obras al pie de la letra y los lectores de dichos hombres. Mi intención original era dispararle a esta obra e invocar un innecesario escarnio público ante una producción risible; pero unos momentos frente al teclado y a la película como tal me han hecho cambiar de parecer, e incluso tomarle un poco de respeto al resultado final. Sólo un poco.