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Quentin Dupieux: Rubber (2010)

Donde Quentin Dupieux sale del baúl del carro y toma el volante.

“Why is the alien brown?” “No reason.”

Mr. Oizo, reconocido DJ francés, llevaba ya tres álbumes de estudio antes de volver a ser Quentin Dupieux y escribir y dirigir Rubber. No es su primera incursión en el cine, ni la última; pero sí quizás será la mas memorable. La trama es sencilla: una llanta toma vida y rueda por el desierto californiano acabando con todo lo que encuentra a su paso, ayudándose con sus poderes telequinéticos. Desde su inicio, la película y el realizador se lavan las manos de cualquier explicación de racionalidad, aludiendo a que muchas de las cosas en la vida y el cine no tienen explicación. Es un discurso frentero que parece ser dirigido a nosotros, la audiencia, pero con el tiempo revela su público auténtico, una pequeña audiencia que existe dentro del mismo filme (haciendo, por supuesto, las veces de nosotros los espectadores reales).

Si algo suena raro en todo esto es porque es raro intencionalmente, pero una vez más las palabras del filme pesan y resuenan: No hay necesidad de buscar razones, solo hay que mirar. Solo hay que mirar a un público mirando a lo que parece ser una obra de teatro desarrollándose frente a sus ojos (o binóculos).

¿De qué me perdí?

Volvamos, sin embargo, a aquello que de verdad nos concierne: Robert. Le conocemos desde que se levanta de aquel basurero y aprende a rodar libremente por el árido desierto. Anochece y él descansa, al igual que los observadores desde lejos. Amanece y él se levanta para toparse con la carretera. Allí ocurre el primer contacto humano: la bella Sheila pasa en su convertible y Robert trata se aproximársele. Sus intenciones son similares a las que tuvo con el conejo del día anterior, pero al ver su intento frustrado Robert muestra lo mas cercano a un sentimiento en toda la película (a parte, eso sí, de la ira que desea (y logra) descargar hacia todo lo que le rodea): una fijación que llevará a nuestro héroe al motel donde se estaría quedando la mujer en cuestión.

¿Una llanta no debería flotar?

Es allí donde el resto de la historia se desarrolla. Aparecen nuevos personajes, unos mas importantes que otros, y tienen contacto con Robert, unos mas cercano que otros. La excepción es un joven maltratado que trabaja en el motel para, aparentemente, su tío, y quien nunca duda de lo que es capaz Robert.

La policía, tras encontrar a uno de los suyos dado de baja, está montando ya una búsqueda del villano. Si el punto de la película es que la historia, bajo la atenta mirada de unos pocos, se desarrolle, entonces lo mas lógico es que las autoridades hagan lo posible por encontrar aquel fugitivo perdido. Al mando de nuestro amigo del monólogo inicial, el teniente Chad, se planea una redada del motel, plan que finalmente no se lleva a cabo porque se recibe la noticia de que algo le ha pasado al público. Y si no hay público ¿para que seguir? Bueno, ya todos pueden irse.

¡Pero no! Un minuto.

Alguien aún nos observa! La historia debe continuar. El teniente no parece muy contento, pero no hay nada que hacer, mientras hayan observadores se debe seguir, y si no hay mucho mas que contar, concluir.

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Rubber es particular en más de un sentido. Al verla por primera vez se proyecta cómo una obra de cine de terror/comedia que poco a poco ha ido ganando popularidad. Existen ejemplos tan de clásicos (cómo lo son The Rocky Horror Picture Show y Hausu) y existen modernos y mas conocidos (cómo Grindhouse y Hobo With A Shotgun). Las influencias son notoriamente visibles en la obra, y por momentos parece un tributo a sus predecesoras (gracias al carácter meta del filme). Para quienes hayan visto Scream de Wes Craven recordarán todas las veces que los personajes referencian películas de miedo y discuten que harían de estar en una. Craven y Dupieux son plenamente conscientes de los muchos clichés presentes en las películas de terror adolescentes y no solo deciden no omitirlos: los adoptan en historias que, por momentos, parecen burlarse de si misma. Esa es la grandeza de Scream y, sin querer encasillar allí a Rubber, vemos similitudes en como se aproximan al problema.

Las actuaciones no son las mejores (con la clara excepción de Stephen Spinella que logra su papel de Teniente/Vidente de gran forma), y puede que esto sea a propósito (aunque lo más probable es que no, resultan demasiado caricaturescos). Esto no importa mucho, y el guión rico en silencio y el brevedad ayuda bastante al concepto. La puesta en escena es fantástica, con varias escenas de Robert rodando de un lado a otro con naturalidad, su movimiento realista y único al mismo tiempo.

Gaspard Augé.

El seudónimo Mr. Oizo no es borrado del todo y se le atribuyen en los créditos la banda sonora (junto con Gaspard Augé, el 50% de Justice). Lo que logran es memorable: canciones que van con el tono de los distintos momentos de la película pero sin tomar protagonismo; y el trabajo del departamento de sonido es igualmente destacable, usando sonidos naturales y extra-diegéticos que ambientan cuando hay ausencia de música. La mayoría se asemeja a los mejores momentos del músico-no-director Mr. Oizo.

El resultado final es para el beneplácito de todos (todos aquellos que les guste este tipo de cine). Rubber podrá no redefinir el género, pero sirve (bastante bien) como entrada a un espacio donde el cine de terror se deja de tomar tan en serio (gracias Saw), y en el que Quentin Dupieux aprovecha todas las ventajas que el hacerlo trae.

Wes Anderson: Rushmore (1998)

Algo ha cambiado en Wes Anderson. El telón se abre en el escenario principal de su nueva película: “Rushmore”. Si en “Bottle Rocket” Anderson nos mostraba personajes, quizás, demasiado inmaduros para su edad en “Rushmore” no se toma la molestia en ir hacia adultos y simplemente se centra en el estudiante Max Fischer. Retratado no solo como un emprendedor sino un intelectual, el fuerte estilo visual del director expone las muchas corrientes en las que Fischer ha incurrido en su colegio. Todo esto hasta que el rector lo describe como uno de los peores estudiantes que hay, haciéndole de este modo un personaje más característico del director. La temática no ha cambiado, ni tampoco sus imágenes (a pesar de no ser tan marcadas desde el principio): es aquella satisfacción a la que Dignan se refería después de haber salido de su golpe, su opera prima, y de no tener la necesidad de impresionar a nadie.

Y logra, curiosamente, todo lo contrario. Las críticas que “Rushmore” ha recibido tanto en su estreno como en retrospectiva son las mejores que Anderson ha recibido en toda su carrera, y en su mayoría justificadamente. Bill Murray hace su primera colaboración, de gran nivel, con Anderson, su personaje siendo lo mas cercano a “Bottle Rocket” que vamos a encontrar. Olivia Williams cumple a cabalidad con su papel de Mrs. Cross. Pero indudablemente el foco de la atención va hacia Jason Schwartzman quien en su debut actoral se muestra una presencia versátil, por momentos viejo y sabio y por momentos joven e inmaduro, todo bajo los parámetros de su personaje. La ambivalencia es a la larga la definición de los personajes angulares de Anderson, muy de la mano de los de J.D. Salinger, una de sus mayores influencias.

El multifacético Max.

La historia es sencilla y parte de la platónica relación entre Max y Mrs. Cross. En su búsqueda por impresionarle Max recurre a su nuevo y millonario amigo Herman Blume (Murray), quien se ve a si mismo en el joven protagonista. De este triangulo surge el filme. Las emociones van y vienen en poco tiempo, amores y amistades comienzan tan rápido como terminan y esto nos distrae de los lazos que se forman a largo plazo entre los personajes, que es una temática que se vería más de una vez en su filmografía. Max es quizás el más notorio Alter Ego del director, hiendo tan lejos hasta vestirle de manera exacta a como la hace Anderson en su cotidianidad y no es en vano que su mayor talento (además de la apicultura, la filatelia, la lucha, el lacrosse, la caligrafía, la astronomía, el debate y la esgrima) sea el de la dramaturgia. En ocasiones Max toma el hilo de la narración por medio se sus aclamadas obras de teatro.

El gran Bill Murray.

A lo largo del filme también se tocan temas que darían solos para una película completa, lo que significa que Anderson no ha perdido de vista su ambición narrativa: hay temas sociales como lo es el paso de Max de Rushmore, un colegio privado, a un colegio público y su notoria vergüenza acerca del hecho de que su padre sea un peluquero y no un cirujano como este quisiera. Hay temas sexuales como los frecuentemente mencionados hand jobs y la supuesta relación entre el estudiante y la madre de su mejor amigo Dirk. Hay temas mucho más serios como la muerte, ejemplificada en el ex-marido de Mrs. Cross (Edward Appleby) y en la madre de Max (Eloise Fischer). Pero Anderson tampoco ha perdido de vista sus intereses y solo toca estos temas superficialmente. Sus personajes casi siempre son conmovidos e impulsados por otras razones, aparentemente mucho más “simples” y “mecánicas” en la mayoría de los casos.

Sin embargo, al final vemos una toma de la audiencia que asiste a la nueva obra de Max y es remarcable descubrir como uno siente que conoce a casi todos sin haberlos visto demasiado. Anderson logra a través de una deceptiva simpleza una potente caracterización, uno de sus frecuentemente olvidados fuertes como director. En “Bottle Rocket” este tipo de descripción permite al director y al espectador llegar a este sentimiento de familiaridad. Desde los personajes principales hasta aquellos más secundarios todos parecen ser viejos conocidos de tiempo atrás. El uso de la música refuerza esta sensación: a lo largo de la historia también se convierte en un instrumento narrativo, causando así una mezcla por momentos poco convencional, pero que dan aquella calidez e incluso fuerza a escenas del filme cuando lo sentimos necesario. “Rushmore” puede ser su mejor película, pero al mismo tiempo sirve como molde para sus próximos trabajos, marcando los parámetros que seguirían, no solo sus obras a segui , sino muchas en su género.

El público presencia.

Wes Anderson: Bottle Rocket (1996)

Un joven Owen Wilson espía desde los arbustos.

Sólo basta ver la primera escena de Bottle Rocket para darse cuenta a qué género pertenece. Anthony (Luke Wilson) se escapa de un hospital mental al que ingresó de forma voluntaria. A la salida, su amigo Dignan (Owen Wilson) le pregunta si fue necesario sobornar al conserje, un hecho afirmado por Anthony. Toman un bus de regreso a casa (donde Wes Anderson hace un breve cameo) y discuten qué harán después de tan heroico escape. Dignan presenta entonces su plan de vida a 75 años, y de ahí (min. 3:46) en adelante la película se encargará de mostrarnos como no pueden cumplirlo. Anderson no va a tratar de mostrarnos los obstáculos y las durezas de la vida; a él eso poco le importa. Le interesa mostrar cómo sus personajes, que por momentos parecen excesivamente ingenuos, se ven a sí mismos durante sus vivencias, cumpliendo o no sus proyectos. Cierto, esto suena mucho mas serio de lo que realmente es y más cuando se tienen frases y situaciones que tienen el claro fin de hacer al público reír.

Grupo de maleantes.

Anthony está inmerso en el mundo de robos de casas (incluyendo la de sus padres) y de escapadas a altas velocidades, eso sí, sin nadie que lo persiga. Y todo  esto gracias a Dignan con sus delirios de robar al lado del mítico Mr. Henry (interpretado de forma magistral por James Caan). En el camino reclutan a un chofer, siendo Bob Maplethorpe (Robert Musgrave) el elegido, quien cumple el requisito único (tener un carro) con creces. Es interesante ver cómo es Bob el más razonable de los tres, lo cual marca una tendencia de ser los personajes más secundarios los únicos que se dan cuenta de la realidad de las cosas y los que tratan en vano de aterrizar a nuestros protagonistas. Tal es el caso de Grace, la hermana de Anthony, quien le hace preguntas no tan apropiadas para una niña de 10 años y más para un hombre ya de 30. También es el caso de Mr. Henry, que al final propicia un golpe a nuestros héroes digno de la cruel realidad. Sin embargo, en el modo totalmente Andersoniano los protagonistas ven estas realidades y las ignoran totalmente, viendo el vaso siempre medio lleno.

Esta es una comedia y, aunque personalmente no encuentre aquí el mejor ejemplo de humor del director, sí tiene un grupo de frases destacables. “Bottle Rocket” usa un humor que tiende a ser explícito en ejecución (véase la escena de la pelea en el bar para confirmarlo), pero por momentos tiene indicios de la característica sutileza que se verá en sus posteriores filmes. Creería que aunque el humor no es el fuerte del filme, tiene partes que por lo ridículo de las situaciones o por los talentos de los actores que utiliza terminan generando risas.

El inconfundible estilo de Anderson.

Su fuerte está en el componente visual, siendo ésta una primera muestra de lo que serán sus películas posteriores, llenas de vida y de colores. Que nunca llueva en la película sólo acentúa lo colorido (casi siempre en tonos pasteles) de sus escenarios. En “Bottle Rocket” se destaca la toma en primer plano del radio de Inez, (la mucama paraguaya de la cual se enamora Anthony durante la estadía en un motel): cubierta en cuero marrón emana música folklórica latina. Múltiples veces el director muestra sus personajes no por sus comportamientos sino por sus objetos (lo que cargan en sus bolsillos, sus zapatos). Es comos si Anderson crease a sus personajes a través de sus gustos y sus objetos, son estos elementos los que forman sus personalidades. Por supuesto, es cuestión de gustos, y aunque no lo parezca, el director es una figura que polarizadora en el cine.

Colores pasteles e Inez.

Es importante destacar a Anderson como un autentico auteur. A lo largo de sus obras veremos todas las características positivas que conlleva su denotación, especialmente en ese aspecto visual ya mencionado, pero además también en cuestiones de temática. En este caso hay que reconocer un cierto valor a hacer algo tan auténtico, siendo apenas un primer acercamiento. Y siendo una critica común, y muy justa (porque en sus siguientes películas lo vuelve a hacer), Wes Anderson muchas veces sacrifica temas de historia o desarrollo de personajes por mantener ese particular estilo ya establecido. La película, sin embargo, no sufre tanto por esa razón sino por la cuestión de ser su Opera Prima y no lograr lo que hace, digamos, Orson Welles en “Citizen Kane”, de lejos el estandarte en primeros intentos. Ahora, es cierto que resulta injusta esta comparación, pero también es cierto que en general los personajes de Anderson no son siempre los más realistas o mejor desarrollados, pero en sus películas siguientes sí existe un cierto grado de profundidad que “Bottle Rocket” no alcanza, pero intenta alcanzar.

Así, y a manera de conclusión, ésta es una película que marca el inicio de Anderson como un director que más que popular alcanzará un estatus de culto, en gran parte por esas facetas que hacen sus filmes tan característicos. Siendo objetivos, y sin querer mencionar de a mucho lo que va a venir, este es un esfuerzo menor siendo el guión y el relato casi tan ingenuo como sus personajes. Anderson probablemente nunca diría que es de sus mejores obras pero sí le daría una cierta importancia por ayudarlo a asentarse en el mundo del cine.

Hacia el final, Dignan, ya estando detenido en la cárcel, y ante la visita de sus viejos compañeros, mira al horizonte y dice la frase que probablemente el propio director pensó al terminar su rodaje: We did, though, didn’t we? La hora de visitas en la cárcel se terminan y el plano pasa a cámara lenta, un efecto que hará suyo de allí en adelante.

Más por venir.