La Necesidad Narrativa
Al hablar de historias J. Hillis Miller se hace tres preguntas:- “Why do we need stories?”, “Why do we need the same story over and over?” y “Why is our need for more stories never satisified?” [1]. El cortometraje de Floris Kaayk, Metalosis Maligna, al igual que otros cortos aún más populares como lo son La Era del Ñandú (1986) de Carlos Sorín, Ilha das Flores (1989) de Jorge Furtado, dan una respuesta que atisba en lo ético, y es por lo menos moral y responsable, a estas tres preguntas.
En un nivel interpretativo, el contenido narrativo del cortometraje puede funcionar como metáfora o analogía crítica de lo que sucede actualmente con las diferentes formas narrativas en algunos medios de comunicación y la manera en que sus receptores las interpretan.
Para Hillis Miller, es a través de las historias que los seres humanos establecemos valores morales, culturales y sociales. Estos son, en una primera instancia (la infancia) propios a cada individuo y más adelante (durante la adolescencia) propios también al grupo al que uno pertenece y finalmente durante la adultez son heredados, ya sea en libros, películas, canciones, etc. a nuevas generaciones. Las historias son por lo tanto las que establecen nuestra identidad y nuestra conciencia. Las historias, o Narrativa, son en consecuencia inherentes a la condición humana. Dentro de ésta interpretación asumiremos entonces que los personajes dentro de “Metalosis Maligna” son tanto personas como narrativas en sí mismas.
Vemos que la enfermedad aparece cuando en una persona se introduce un elemento no natural, de origen sintético. La parte original de un cuerpo es remplazada por una prótesis artificial, diseñada para suplir todas las funciones y necesidades de la parte original y en ese momento una bacteria aprovecha para atacar. Entre los pacientes afectados, vemos como uno de ellos ha perdido completamente la cabeza y solo puede mascullar graznidos y ruidos metálicos. Si se tratase de narrativas, la enfermedad aparecería cuando a una historia se le cambiase voluntariamente el trasfondo o el sentido general de lo relatado remplazando una parte por otra, similar, pero no necesariamente la misma. La metalosis maligna es una metáfora de como la desinformación o la maliformación puede afectar y hasta destruir la identidad y la conciencia (de ahí que el paciente se quede sin rostro y sin cabeza) de un ser humano a través de historias desde un principio manipuladas para obtener este fin. La narrativa utilizada de forma retórica para viciar el pensamiento de alguien no solo afecta al receptor directo ya que este, no conociendo otras historias que contar, está predeterminado a transmitirla (como si fuese una enfermedad hereditaria) a futuras generaciones. Esto se ve en por ejemplo cuando el paciente ya no habla humanamente sino artificialmente.
Pero, Floris Kaayk, consciente del poder de la Narrativa, asume una postura crítica y decide, por el bien del espectador, enseñarle una vez más a entender e interpretar las historias de manera adecuada y así evitar ser contagiados. Para esto recurre a la manipulación de la estructura y de la forma del cortometraje.
En una primera instancia, se nos presenta un clásico “documental expositorio” [2], éste tiene: un narrador externo omnisciente, omnipresente y objetivo sobrepuesto a una serie de imágenes ilustrativas acompañadas de entrevistas a expertos o figuras de autoridad en algún tema específico. En su forma es idéntico a la mayoría de los documentales que se transmiten actualmente en la televisión. Se trata de una forma narrativa a la que todos ya estamos acostumbrados y en consecuencia conocemos su estructura de manera intuitiva. Sabemos como espectadores, de la misma manera que sabemos que un cuento de hadas empieza por un “Érase una vez…”, que se trata de un documental y que todo lo ahí presentado es verdad. Resulta entonces un choque descubrir que “Metalosis Maligna” es una ficción. Claramente el objetivo del director no es el de engañar, ya que las imágenes presentadas, si bien son fotorrealistas, son evidentemente científicamente imposibles. Desde el título se nos advierte que la metalosis es “una enfermedad extraordinaria”. El objetivo va más allá de quedarse en un nivel estético y simplemente jugar con el intercambio de géneros cinematográficos, el objetivo es el de demostrarle pragmáticamente al espectador el poder de la Narrativa y la ingenuidad que la costumbre puede generar. Kaayk juega al mismo juego de la desinformación y malinformación que él critica para resaltar y enfatizar en el poder de la tergiversación: no en vano se utiliza la estructura de un documental y no la de otra forma cinematográfica.
Así, el director extiende la analogía con la enfermedad hasta un nivel práctico ya que, de la misma forma que las vacunas previenen las enfermedades inoculando a los pacientes con una porción de la enfermedad misma, el cortometraje advierte sobre la manipulación de la verdad dentro de las narrativas manipulando a su vez un poco de la verdad.
A diferencia de la mayoría de documentales expositivos, no existe una conclusión. El final es una interrogación al aire, seguramente dirigida al espectador para que tome acción y de ahora en adelante sea consciente del poder que las historias ejercen sobre él y también la responsabilidad que tiene al contar una historia.
Para Floris Kaayk y en especial en este cortometraje, necesitamos Narrativa para formar nuestra identidad, necesitamos repetir una y otra vez narrativas para verlas de forma crítica y no dejarnos llevar por ellas y sobre todo, nunca estamos satisfechos con las historias que nos cuentan porque es nuestro deber desarmarlas hasta formarnos nuestra propia opinión, nuestra propia Narrativa personal con la cual si estaremos satisfechos.
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[1] J. Hillis Miller (1995). Narrative In Critical Terms for Literary Study, The University of Chicago
[2] Nichols, B. (1992). Representing reality: Issues and concepts in documentary. Indiana: Indiana University Press.